En esta escultura tallada en piedra se representa a Chicomecóatl, y es posible identificarla como la imagen de la diosa de los mantenimientos debido a que, a través del estudio comparativo de las representaciones de algunas de las deidades ligadas a su culto, se logran reconocer en ella muchas de las características que la definen, principalmente en la indumentaria. Destaca, por ejemplo, que el rostro de la diosa se encuentra encuadrado por un elaborado tocado en forma rectangular, llamado amacalli en lengua náhuatl, término que significa casa de papel, que está dividido en varios niveles y que le otorgan un carácter frontal e inmóvil a la pieza.
En la cima, el elaborado tocado de la diosa, que seguramente estaba fabricado en papel adherido a un armazón de madera, con una serie de formas troncocónicas en hilera y en cada extremo ostenta un gran rosetón tallado en la roca, que representa una forma hecha de papel plegado, y de cada uno de los cuales penden un par de formas alargadas que representan largas tiras de papel. Al igual que en la siguiente etapa, el gran tocado geométrico tiene una serie de formas circulares que bien podrían representar las piedras verdes que comúnmente son llamadas chalchihuites, y que remiten al carácter sagrado de la diosa.
Pese a que nuestra escultura ya no posee restos de color, gracias a las representaciones de la diosa que encontramos en los códices, por ejemplo en el Códice Borbónico, es probable que tanto el tocado de la diosa como los atavíos que viste estuvieran pintados de color rojo, color que la caracteriza. Podemos sugerir por tanto, que en la concepción original de nuestra pieza, tanto su falda como su camisa, así como su piel estaban cubiertas de una capa color rojo.
El color no es el único elemento omitido de la configuración de nuestra escultura, también están ausentes los dos pares de mazorcas que generalmente empuña la diosa en cada una de sus manos, para simbolizar el ámbito que domina.
Se ha de considerar que la diosa Chicomecóatl, cuyo nombre en lengua náhuatl significa Siete Serpiente, entre los pueblos nahuas del Posclásico era imaginada como la diosa de los mantenimientos, es decir como la diosa del maíz, y era una diosa muy antigua. Era considerada como la encarnación de la planta madura, y su ámbito estaba ligado a la fertilidad necesaria para el cultivo del maíz, grano que con la calabaza y el chile conformaba la base nutricional de los pueblos mesoamericanos. Con la semilla molida se hacía la masa de la cual se hacían los tamales y las tortillas.
En vísperas de la Conquista, se le dedicaban a esta diosa ceremonias a lo largo del periodo de veinte días llamado huey tozoztli, que significa gran vigilia. A lo largo de ellos, las imágenes de la diosa que se localizaban en los templos eran adoradas, como también las de Cintéotl, el joven dios del maíz. Se ponían tules o ramas de otras plantas en las puertas de las casas y la gente común y la nobleza ofrendaban flores en los templos. En estas ceremonias también se consagraban las mazorcas de maíz de la cosecha anterior. Las doncellas, vestidas de rojo, las llevaban atadas de siete en siete hasta el templo de la diosa para asegurar de tal modo la cosecha los tiempos venideros.
En esta escultura tallada en piedra se representa a Chicomecóatl, y es posible identificarla como la imagen de la diosa de los mantenimientos debido a que, a través del estudio comparativo de las representaciones de algunas de las deidades ligadas a su culto, se logran reconocer en ella muchas de las características que la definen, principalmente en la indumentaria. Destaca, por ejemplo, que el rostro de la diosa se encuentra encuadrado por un elaborado tocado en forma rectangular, llamado amacalli en lengua náhuatl, término que significa casa de papel, que está dividido en varios niveles y que le otorgan un carácter frontal e inmóvil a la pieza.