El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Sellos zoomorfos: cánido y lagartija | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Sellos zoomorfos: cánido y lagartija

Cultura Nahua
Estilo Mexica
Región Valle de México
Período Posclásico tardío
Período 9 Posclásico tardío
Año 1200-1521 d.C.
Técnica

Barro moldeado

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1516
Investigador

No conocemos la historia exacta de los primeros sellos ya que no podemos saber cuándo y dónde se realizaron inicialmente. Aunque es posible determinar que los usaron muchos hombres y mujeres en varios pueblos del México antiguo y que por su riqueza significativa forman parte fundamental del canon mayor de la vida mesoamericana.

Los sellos eran un objeto ceremonial importante y los arqueólogos los han encontrado en excavaciones controladas en sitios que se desarrollaron tempranamente como Tlatilco, en el centro de México, La Venta en el estado de Tabasco, así como en las dos grandes urbes: Teotihuacán, en el estado de México, y Monte Albán, Oaxaca que dominaron la región mesoamericana en el período Clásico; igualmente en varios sitios de la región del Golfo de México así como en la región maya. De igual modo, durante el Posclásico y el transcurso del siglo XVI, los nahuas y otros pueblos de muchas regiones de México empleaban sellos. Objeto que abarcó una gran extensión geográfica y que formó parte del sistema de intercambio que existió a lo largo de la región mesoamericana en un período amplio.

La mayoría de los sellos que conocemos fueron modelados en barro, y debido a que se han encontrado pocos ejemplos manufacturados en hueso se piensa que tempranamente también se realizaban sellos de otros materiales, muchos de ellos perecederos, y así pudieron existir sellos hechos de madera, material que se desintegra con el tiempo. De tal modo, la mayoría de los sellos que se han localizado fueron fabricados en arcilla, material dúctil y maleable que surge de la descomposición de rocas que contienen feldespato a través de un proceso natural que dura miles de años.

La arcilla, localizada en los yacimientos descubiertos por los alfareros, se caracteriza por obtener plasticidad cuando se mezcla con agua y es compuesta con otros materiales como arenas o material orgánico, llamado desengrasante para darle mayor fuerza y cohesión al trabajarla y modelarla. Al secarse la arcilla se torna firme y cuando se somete a altas temperaturas en un horno diseñado específicamente para cocerla se convierte en un material permanentemente rígido. Evidentemente la temperatura de la cocción es relevante e influye en la dureza de la pieza.

Es importante señalar que los primeros sellos, es decir los más tempranos, eran modelados a mano y que los diseños se logran al quitar con un instrumento punzocortante toda la arcilla que está alrededor de la forma deseada, y al forjar profundas incisiones. A su vez, es relevante subrayar que más adelante, en el período Clásico inició la fabrica de sellos que estaban hechos con molde, posiblemente en la urbe teotihuacana, debido a la gran demanda de este objeto y ante la posibilidad de producirlos en serie y en gran número.

En este caso, la arcilla mezclada con una elección de desengrasantes era vertida y presionada en el interior de los moldes, mismos que también estaban hechos de barro cocido. Una vez que secaba la pieza y se volvía rígida se extraía del interior del molde y la cocción se llevaba a cabo en hornos de leña. Esto nos habla de una importante fuerza de trabajo y de la organización necesaria para la producción de estos pequeños objetos. Posiblemente se fabricaban en talleres especializados dedicados a la alfarería, donde se elaboraba también este objeto cerámico de uso cotidiano y ceremonial.

Los sellos pueden tomar muchas formas. Los hay de forma cuadrada, rectangular y circular, y pueden ser planos, convexos y cóncavos. En cierta medida depende de la superficie a la cual se aplica el sello. Su forma depende así de su función; si la superficie es plana, como una hoja de papel (amate, por ejemplo), o una pieza de textil se usaría un sello plano o cilíndrico; en cambio, para imprimir o sellar una superficie curva y cóncava como puede ser una vasija o una parte del cuerpo humano, se requiere de un sello cóncavo para lograr plasmar el diseño en fino bajo relieve sobre la superficie, o quizá un sello convexo, también llamado de mecedora. Cabe señalar que los sellos tienen por lo general un mango o pequeña agarradera que puede adoptar diferentes formas. El pequeño mango, que sirve para sujetar el sello cuando se aplica el diseño sobre una superficie puede ser plano, cónico, alargado, en forma de asa o de bulbo, en tanto que los sellos cilíndricos son muy distintos. Cabe agregar que muchas veces los sellos cumplen la función de sonaja. Al interior del mango se encuentra una esferita miniatura de barro.

Jorge Enciso registra que los sellos a menudo se empleaban para pintar papel y textiles, y agrega que también se usaban los sellos para realizar aplicaciones sobre diferentes partes del cuerpo humano. El sello, impregnado de algún pigmento: tierras coloreadas, carbón de madera, tiza o muchos otros pigmentos en composición con algún aglutinante para fijar el color, se posicionaba sobre la parte del cuerpo que recibía la aplicación y se presionaba sobre la piel, y cuando el sello se levantaba, surgía el diseño en positivo.

Sabemos esto pues en las crónicas escritas y otros documentos realizados al momento del contacto entre europeos y los habitantes de estas tierras, se menciona que las mujeres tenían marcas distintivas de diversos colores impresas con sellos sobre los brazos, a manera de tatuajes no permanentes. En el Códice Chalchihuitzin Vázquez de la región de Zumpango, en el estado de Tlaxcala, hay una representación que cita Jorge Enciso en su obra y en el cual está una mujer con los brazos y las manos cubiertas con elaborados diseños. Esto nos muestra que la pintura corporal, como forma de expresión, era un elemento de transformación; los diseños y los colores definían una posición o pertenencia. Cada motivo y diseño marcaba la persona y la calificaba situándola en su justa dimensión en el interior de la comunidad.

Los ejemplos en los que se muestra el uso de sellos para pintar el cuerpo son pocos aunque el dato arqueológico arroja información en el mismo sentido. En una la zona de Las Margaritas, en la tierras altas de Chiapas, en una casa de estatus elevado, los arqueólogos localizaron más de 260 sellos de cerámica utilizados para pintar el cuerpo con pigmento rojo, posiblemente era cinabrio. Carlos Álvarez Asomoza registra que son del Posclásico y que, prácticamente toda la iconografía de esos objetos se refiere a la serpiente de cascabel o nauyaca (cuatro narices): su piel, cabeza, fauces o cola, y señala que otros diseños se refieren a changos, venados, patos, aves acuáticas, o perros. A estos sellos utilizados para pintar el cuerpo también se les llama pintaderas y las marcas que aplican, a diferencia de las que resultan del tatuaje no son permanentes debido a lo cual las imágenes que plasman deben ser comprendidas como un arte efímero, es decir como un elemento fugaz y sin permanencia.

No obstante, es posible conocer la gama de diseños que los sellos dejan impresos y estampados debido a que poseemos los sellos mismos. Como demostró Jorge Enciso al extender un papel sobre un sello y frotar la superficie con un lápiz, fue posible obtener una reproducción exacta de los diseños de muchos de ellos para determinar que éstos son múltiples. Resta imaginar que alguno de los sellos que tenemos ante nosotros alguna vez acarició la piel de un hombre o mujer del México Antiguo. Pensemos que la aplicación misma del sello en el rostro u otras partes del cuerpo formaría parte de un ceremonial que sin duda implicaba la selección del color y del motivo a emplear así que los distintos sellos estaban asociados a rituales específicos llevados a cabo dentro de la comunidad para transmitir información. En otros términos, los diseños y motivos impresos de los sellos eran importantes, puesto que eran más que una mera decoración y un relevante elemento simbólico.

Entre los sellos, los hay con formas geométricas (zig-zag, triángulos, cuadrados, círculos, espirales, grecas, cruces) o con formas naturalistas a manera de flores, plantas y animales (mariposa, serpientes, águila, quetzal o lagartija) así como de seres fantásticos, de seres humanos y de partes del cuerpo humano (cabeza, cráneo o mano) en tanto que otros diseños conforman lo que Enciso define como formas artificiales, y entre los cuales incluye elementos arquitectónicos, y otras formas que identifica como trofeos y emblemas.

Las formas y temas que adoptan los sellos son múltiples como atestigua la importante colección de sellos que resguarda el Museo Amparo, y al contrastarlos con algunos ejemplos que registra Enciso (véase p. 105-109 y 69-70), es evidente que ciertos motivos eran muy abundantes y de amplia difusión. En este caso se trata de dos sellos de pequeña dimensión; uno es la representación de un cánido, perro itzcuintli, o de un coyote, y el otro el de una lagartija, cuetzpallin, y en ambos casos estamos ante animales emblemáticos que a su vez fungían como uno de los veinte signos que se usaban en el calendario ritual llamado Tonalpohualli entre los pueblo nahuas. Se suman a la figura del simio, a la del cánido y al de la lagartija y la del conejo, las formas de un cipactli que es el lagarto y la del tigre llamado océlotl en lengua náhuatl, y su constante presencia entre los diseños nos permite sugerir que muchos de los sellos que formaron parte de prácticas rituales en la época posclásica estaban ligados al sistema de medición del tiempo y a la mitología de los pueblos que habitaron el centro de México anterior a la conquista, como nos lo refiere José Alcina Franch en su estudio “Mexican Mythology in Ceramic stamps” Antiquity and Survival, The Hague 1957, vol. 7:5-20 y lo muestra Doris Heyden, en su breve contribución “Sellos con el símbolo olli”, Boletín del INAH, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia 1966, vol. 25:39.

Las formas y motivos que imprimían con sellos los hombres del México antiguo en una variedad de superficies eran importantes elementos en el repertorio simbólico mesoamericano, y en la actualidad las formas y diseños de muchos de ellos siguen vigentes. Han sido apropiados por artistas y artesanos como inspiración, y pese a que su significado original pocas veces ha llegado a nosotros, al incorporarlos a nuestro vocabulario de imágenes les atribuimos un nuevo sentido que pretende revalorar las formas que imaginaban y plasmaban los antiguos mexicanos.

No conocemos la historia exacta de los primeros sellos ya que no podemos saber cuándo y dónde se realizaron inicialmente. Aunque es posible determinar que los usaron muchos hombres y mujeres en varios pueblos del México antiguo y que por su riqueza significativa forman parte fundamental del canon mayor de la vida mesoamericana.

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico