Cultura | Desconocida |
Región | Desconocida |
Período | Desconocido |
Período 9 | Desconocido |
Técnica | Barro modelado y grabado |
Medidas | 20.8 x 23.8 x 23.9 cm |
Ubicación | Bóveda Prehispánico |
No. registro | 52 22 MA FA 57PJ 791 |
Investigador |
Es probable que este cántaro haya sido realizado en la región occidental de Mesoamérica, en donde existe una larga tradición de vasijas con elementos figurativos escultóricos que se remonta al período Preclásico medio, con las culturas de El Opeño y Capacha; si bien, la pieza que atendemos no se inscribe en el legado artístico de esos desarrollos, su temporalidad es más tardía; en una publicación, Jacqueline Larralde de Sáenz señala que procede de la zona del lago de Chapala, en la cuenca ubicada en Michoacán.
Muestra una fina manufactura, en el cuerpo semiesférico destacan cuatro protuberancias redondeadas con forma de frutos o de senos femeninos con pequeños pezones; estos últimos elementos parecen acentuar simbólicamente la función de contenedor del recipiente. En el espacio entre los abultamientos se ven cuatro líneas rectas hendidas, de modo que se enfatiza el número cuatro, tanto por los senos como por los conjuntos de líneas.
Entre el infinito repertorio de formas de recipientes, el cántaro se diferencia de la olla por presentar un cuello de mayor altura y una abertura o boca más pequeña en relación proporcional con el tamaño del cuerpo. La sutil belleza de esta obra da la pauta para ponderar la complejidad del arte de los alfareros o escultores cerámicos, que conlleva el dominio de las técnicas desarrolladas a lo largo de siglos.
La materia prima es el barro y resulta de la descomposición de diferentes rocas; es un material plástico, para encontrar el punto adecuado, según el objeto que se quiera elaborar, se le añade arena, concha o tiestos molidos. La cocción por medio del fuego de esta pasta da origen a piezas cerámicas; con este proceso se deshidrata, pierde su plasticidad y se vuelve impermeable.
Desde la selección y extracción del barro, el proceso creativo de la cerámica es sumamente sofisticado; respecto a la del México antiguo, sobre todo puede inferirse a partir de la vigencia de las técnicas tradicionales en comunidades indígenas y los estudios que las consignan. En términos amplios, existe una constante interacción directa con las condiciones medioambientales y son necesarios varios lapsos para llegar a buen fin. Si el barro no es preparado de manera adecuada, al momento de la cocción el choque térmico producirá fisuras y se resquebrajará de inmediato.
Las técnicas básicas de construcción son el modelado y el moldeado, las cuales a veces se combinan; la decoración antes de la cocción puede consistir en la aplicación de elementos de barro modelados o moldeados –si se trata de partes pequeñas se le llama pastillaje –, la incisión, el engobado, el pulido, la pintura o el bruñido; una vez que la pieza esté seca, sea antes o después de la cocción, se realiza el grabado por medio de un instrumento de punta fina; la pintura antes del sometimiento al fuego suele mantenerse permanentemente, no así la post-cocción, que es de frágil conservación.
En nuestro cántaro es posible que la base se elaborara con la ayuda de un molde semiesférico natural o artificial, hacia arriba el cuerpo continuaría por medio del enrollado; quizá los elementos con forma de seno se hicieron cubriendo una pequeña cáscara rígida de calabaza y los “pezones” se aplicarían como pastillaje; muestra un engobado uniforme de color café claro, las líneas verticales se grabaron y sin duda, hábiles manos pulieron la superficie para darle brillo. El dominio de las numerosas técnicas involucradas nos permite apreciar ahora, a siglos de distancia y en perfecto estado, una vasija con apariencia orgánica, cuyo diseño testimonia además la creatividad y sensibilidad de un artista.