Esta pequeña escultura en piedra volcánica pertenece a una serie de piezas similares que han sido interpretadas hipotéticamente como imágenes de fetos, ante todo por la notable desproporción entre la cabeza y el cuerpo, por la ausencia de dientes, las piernas muy dobladas, la apariencia infantil y porque los detalles de la cara y las manos están marcados con poca nitidez como si estuvieran recubiertos todavía por una membrana.
De cuclillas, el personaje agarra con las dos manos su cabeza, sin barbilla, como si le doliera o como si estuviera escuchando algo. En la espalda encorvada, la columna vertebral resalta y profundas ranuras delimitan los glúteos. Las piernas se doblan bajo el peso del pequeño cuerpo y la enorme cabeza. La imagen de ese pequeño y enigmático ser, feto o recién nacido, transmite una conmovedora fragilidad.
Curiosamente, como es el caso de esta pieza, la mayoría de las representaciones de hipotéticos fetos o bebés fueron esculpidas en rocas volcánicas de grano grueso y no en las llamativas piedras lustrosas de grano fino que se solían utilizar en la lapidaria olmeca de pequeño tamaño.
El tema de los recién nacidos, o fetos como en este caso, es común en el arte olmeca y aparece en todo tipo de soporte, en los grandes monumentos, en pequeñas esculturas, en relieves o en efigies de barro. Solos o en los brazos de un adulto, estos seres deben haber tenido una compleja carga simbólica. Entre ellas, junto con las imágenes de enanos, estos pequeños seres han sido relacionados con los chaneques que perduran en la tradición popular actual como proveedores de lluvia y fertilidad.
Esta pequeña escultura en piedra volcánica pertenece a una serie de piezas similares que han sido interpretadas hipotéticamente como imágenes de fetos, ante todo por la notable desproporción entre la cabeza y el cuerpo, por la ausencia de dientes, las piernas muy dobladas, la apariencia infantil y porque los detalles de la cara y las manos están marcados con poca nitidez como si estuvieran recubiertos todavía por una membrana.