El Museo Amparo posee en su colección varios sellos y su análisis permite identificar la gama de temas representados en ellos, demostrar la manera en la que determinados motivos se repiten, y hablar acerca de los moldes y las copias.
El sello que aquí vemos parece ser la copia de uno de los cuatro sellos del conjunto 1517. Entre este conjunto de sellos destaca un sello convexo de forma rectangular que, a su vez, es muy semejante a algunos de los sellos que Jorge Enciso registró (p. IX, y p. 81 y 151) como procedentes de la Ciudad de México y del Estado de México. Ambos sellos ostentan dos elementos que se entremezclan para formar una metáfora visual. El símbolo dominante del diseño del sello es aquél que caracteriza al dios Macuilxóchitl, que se representa a partir de dos tallos de flor entrelazados; está rodeado de formas que constituyen mariposas, y se encuentra combinado con el rostro esquematizado de una serpiente de fuego visto de perfil.
El dios Macuilxóchitl, “5 flor” es el numen masculino de las flores, patrono de los jugadores de patolli y protector de los señores, y esta imagen formada en un sello es muestra de su importancia entre los nahuas en vísperas de la Conquista, cuando practicaban el juego de patolli. Diego Durán nos cuenta que cuando arrojaban los frijoles sobre la figura de aspa que se pintaba en la estera del juego de patolli, lo exhortaban; y antes de empezar a jugar los jugadores lo invocaban y le ofrecían incienso y comida.
La mayoría de los sellos que se han localizado fueron fabricados en arcilla, material dúctil y maleable, localizada en los yacimientos descubiertos por los alfareros que se caracteriza por obtener plasticidad cuando se mezcla con agua, y es compuesta con otros materiales como arenas o material orgánico para darle mayor fuerza y cohesión al trabajarla y modelarla. La arcilla se torna firme al secarse, y cuando se somete a las altas temperaturas del fuego se convierte en un material permanentemente rígido.
El sello que aquí vemos fue fabricado por un alfarero que utilizó un molde y es de un período tardío. Los primeros sellos, es decir los más tempranos, eran modelados a mano y no es hasta el período Clásico que inició la fabricación de sellos hechos con molde. En este caso, la arcilla era vertida y presionada en el interior de los moldes, mismos que también estaban hechos de barro cocido.
Los arqueólogos proponen que esta tecnología posiblemente surgió en la urbe teotihuacana, puesto que es ahí donde se ha detectado su temprano uso, en su mayoría a manera de moldes, y su presencia en las dos grandes urbes: Teotihuacán, en el Estado de México, y Monte Albán, en Oaxaca, que dominaron la región mesoamericana en el período Clásico y en varios sitios de la región del Golfo de México así como en la región maya; es reflejo de la gran demanda que tuvo este objeto que se suscitó ante la posibilidad de producirlo en serie y en gran número. El uso del molde para producir sellos continúa durante el Posclásico y a lo largo del siglo XVI.
Los sellos son objetos que pudieron ser producidos en serie una vez que fueron fabricados a partir de moldes. Un mismo molde puede arrojar una infinita cantidad de piezas y cada vez que éste se usa y se extrae la pieza del molde, sufre desgaste. El relieve empieza a perder su nitidez y las orillas se despostillan mientras el barro del molde se desgasta por el uso, por lo que cada pieza que se hace y fabrica con el molde se vuelve diferente y resulta cada vez más borrosa.
Ello se hace evidente en el sello que aquí vemos; las líneas y trazos del diseño están desgastados, y ello redundará en la impresión que dejará el sello al utilizarlo, una forma borrosa que, como su significado, se ha desvanecido.