Durante la fase Ayotla, la participación del Valle de México y zonas aledañas a la ecúmene olmeca se manifiesta con claridad y para las figurillas de barro esto se traduce en una proporción importante de representaciones masculinas y en particular en este enigmático personaje. Ha sido interpretado como guerrero, como chamán y como jugador de pelota sin que ninguna de estas propuestas haya podido ser comprobada.
Toda la pieza ha sido recubierta de un baño amarillo y conserva todavía restos de la pintura blanca y roja que el escultor utilizó, junto con un abundante uso del pastillaje, para acentuar ciertos detalles como el blanco de los ojos y el collar, o la alternancia del rojo y el blanco para detallar las plumas desplegadas en el gran escudo dorsal.
La importancia del personaje se aprecia por el atuendo emblemático de su función. En la cabeza porta un alto tocado de tres niveles que se acaba en punta; el pelo suelto pasa atrás de las orejas y baja hasta la altura de los hombros, con un fleco sobre la frente. Las grandes orejeras circulares con un pendiente ovalado encuadran la cara tapada por un cubrebocas encima del cual la mirada se acentúa por el blanco de los ojos.
Lleva un collar del cual cuelga un pectoral que ha sido interpretado a menudo como una representación del espejo de pirita que algunas figurillas llevan inserto en su pecho. Un pesado cinturón o faja recubre parcialmente el maxtlatl, y está adornado de unas tiras entretejidas con borlas en cada cruce.
Atrás se despliega un escudo adornado de grandes plumas cuyo peso impide parar la figura de pies diminutos. Podría tratarse del espejo dorsal que siglos después formaba parte del suntuoso atuendo de los guerreros. Los brazos doblados hacia delante se acaban con unos puños cerrados en un gesto del cual ignoramos el significado. Bandas amarradas en los brazos, muñecas, rodillas y tobillos completan el atavío. Sin duda, en su tiempo, la pequeña escultura era fácilmente identificable, pero por ahora su mirada penetrante detrás de la máscara, el personaje desafía nuestro entendimiento.
Durante la fase Ayotla, la participación del Valle de México y zonas aledañas a la ecúmene olmeca se manifiesta con claridad y para las figurillas de barro esto se traduce en una proporción importante de representaciones masculinas y en particular en este enigmático personaje. Ha sido interpretado como guerrero, como chamán y como jugador de pelota sin que ninguna de estas propuestas haya podido ser comprobada.