San Juan Nepomuceno, patrón de los confesores, se nos presenta en esta pieza vestido de canónigo, con sotana, sobrepelliz, muceta, y desprovisto de atributos, aunque por la disposición de las manos debió llevarlos originalmente. De expresión serena, tranquila y centrada en sí mismo, muestra un equilibrio de proporciones y volúmenes. Está de pie, en contraposto, sin intención de movimiento y sin transmitir sensación de rigidez gracias a la forma en S del cuerpo, que empieza con la cabeza inclinada hacia su derecha, siguiendo a lo largo del torso, que retoma el movimiento para continuar en las piernas. La disposición de los paños, no es realista, es más bien idealizada, reforzando con ello el carácter ornamental de la escultura. El equilibrio se complementa por la posición de los brazos: el derecho levantado y el izquierdo levemente extendido. La mirada del personaje se dirige hacia abajo, como si estuviera meditando, sin establecer contacto con el espectador. El motivo de la meditación probablemente habrá sido un crucifijo, el atributo más común con que se suele representar a este canónigo de Praga.
La cabeza, larga y delgada, destaca la nariz igualmente larga y afilada; además tiene pómulos altos y ojos ovalados, con el iris pintado de color café y bien matizado. La barba, pequeña, está tallada, mientras que la transición entre ésta y la piel de alrededor de la boca está peleteada. La boca es mediana, cerrada y con el labio inferior más pronunciado que el superior, lo que contribuye a la expresión serena del rostro. El pelo de la cabeza casi no tiene volumen, los mechones a ambos lados de la raya central son más bien incisiones; dejan libre una tonsura pequeña en la parte trasera y terminan en la nuca, en una fila de ondulaciones pequeñas. La cabellera tan ceñida a la cabeza sugiere que el personaje llevaba un birrete, también como parte de su iconografía. Se percibe todavía la perforación para la aureola que suele llevar. Las orejas algo largas, quedan completamente libres de mechones; separadas de la cabeza más de lo normal, abultándose el cabello detrás de ellas. Este efecto sólo se percibe desde cerca; a la distancia se tiene una percepción correcta de la anatomía.
El cuerpo del santo se insinúa bajo la vestimenta: los brazos debajo de la muceta y la pierna inclinada debajo del sobrepelliz y la sotana, que deja libre las puntas de los zapatos. La peana, circular, abarca justo el diámetro de la escultura, terminando los pliegues de la vestimenta casi en el borde de la misma. El vuelo de los pliegues esquinados y gruesos de la vestimenta, sobre todo del sobrepelliz, corresponde al tratamiento ornamental de la escultura y le confiere peso al centro del cuerpo, mientras que el movimiento desemboca en la parte baja de la sotana. Aunque la vista principal es la frontal, las semilaterales ofrecen perspectivas diferentes del juego de volúmenes y formas abiertas y cerradas. Las vistas laterales y la posterior, sin embargo, aunque están completamente trabajadas, denotan el proceso del tallado, dado que la sotana refleja todavía la forma del embón. En su parte posterior, la peana ya no es circular, sino recta. Podemos deducir que la escultura estaba ubicada en un retablo, ofreciendo al espectador un ángulo menor a 180 grados.
La policromía de la escultura está muy intervenida: la parte trasera está completamente repintada y en algunas zonas de la muceta se aplicó un barniz. La base de todo el estofado es un esgrafiado regular; en la sotana se aplicaron además ornamentos vegetales dorados con punzonados y pinceladas de realce, mientras que en la muceta las características manchas negras de la piel de armiño se hicieron a punta de pincel. La traza en zig-zag del esgrafiado del sobrepelliz provoca una sensación de oscilamiento y delgadez de la tela. Las cenefas de todas las prendas están ornamentadas con picado de lustre a base de punzones circulares de diferente tamaño que forman triángulos, imitando encajes.
Esta obra es muestra de una escultura realizada para retablo, probablemente alrededor del año 1700, que por sus características de pliegues, peana y policromía parece haber formado parte del mismo retablo que la escultura de San Antonio de Padua perteneciente a este mismo acervo.
San Juan Nepomuceno, patrón de los confesores, se nos presenta en esta pieza vestido de canónigo, con sotana, sobrepelliz, muceta, y desprovisto de atributos, aunque por la disposición de las manos debió llevarlos originalmente. De expresión serena, tranquila y centrada en sí mismo, muestra un equilibrio de proporciones y volúmenes. Está de pie, en contraposto, sin intención de movimiento y sin transmitir sensación de rigidez gracias a la forma en S del cuerpo, que empieza con la cabeza inclinada hacia su derecha, siguiendo a lo largo del torso, que retoma el movimiento para continuar en las piernas. La disposición de los paños, no es realista, es más bien idealizada, reforzando con ello el carácter ornamental de la escultura. El equilibrio se complementa por la posición de los brazos: el derecho levantado y el izquierdo levemente extendido. La mirada del personaje se dirige hacia abajo, como si estuviera meditando, sin establecer contacto con el espectador. El motivo de la meditación probablemente habrá sido un crucifijo, el atributo más común con que se suele representar a este canónigo de Praga.