En las regiones de Tlalixcoyan -en cuyas inmediaciones se encuentra El Zapotal (Ignacio de la Llave)- y Tierra Blanca es probable que los eventos asociados con la conformación de la singular identidad cultural del Clásico tardío tomaran forma en lugares distintos de la costa. Hay que reconocer que los orígenes de la tradición alfarera veracruzana, misma que distingue a sitios como Nopiloa, Dicha Tuerta y Apachital, por desgracia no han quedado suficientemente claros.
Aunque culturalmente emparentada con las llamadas Figurillas Sonrientes, la gran “escultura” de barro que caracteriza la alfarería local pareciera ser un fenómeno artesanal muy localizado y aparentemente exclusivo de esta época. Esto no quiere decir que sólo se manifestara en un puñado de sitios de la llanura costera, pero parece adquirir particular relevancia en la cuenca del Papaloapan y específicamente en las ciudades que en la antigüedad se tenían como de mayor relevancia.
Las grandes piezas de tierra cocida se exhibían en los templos ocupando el lugar que en otros ámbitos de Mesoamérica se reservaba a las esculturas de piedra. Los alfareros del centro de Veracruz supieron suplir su carencia y desarrollaron técnicas que les permitieron dar forma a obras monumentales de barro que constituyen muestras evidentes del ingenio y de la capacidad artística de tan antiguos pueblos. Por lo regular se fabricaban por separado, en secciones que una vez cocidas se ensamblaban juntas. Era común que se acoplaran en la cintura, de modo que la cabeza y el torso se modelaban con independencia de la cadera y de las piernas.
Nuestra pieza corresponde a la cabeza de un personaje ricamente ataviado cuya privilegiada posición social se advierte en la decoración dental que hace destacar los incisivos al limar hasta su arranque el resto de las piezas dentales. Sobre la frente se distingue el cabello y un pesado tocado de forma semiesférica, organizado a manera de “casco”, que se sujeta al mentón con la ayuda de una cuerda trenzada. Una de las dos orejeras se conserva junto al rostro, la otra aparece muy dañada.
También quedan fragmentos de distintos elementos del tocado que se proyectaban verticalmente por detrás de la cabeza pero que lamentablemente han llegado hasta nosotros totalmente irreconocibles. La pieza fue sometida a muy altas temperaturas, tanto que se encuentra completamente recocida. Es curioso que se encuentre en estas condiciones puesto que cuando se debía a un mal horneado las afectaciones, por lo regular, la involucraban sólo de manera parcial. Su exposición excesiva al fuego, quizá producto de su participación en un incendio, las hacía particularmente frágiles. Quizá por ello fue recubierta tras su llegada al Museo Amparo con una capa de barniz con el propósito de estabilizar la superficie.
En las regiones de Tlalixcoyan -en cuyas inmediaciones se encuentra El Zapotal (Ignacio de la Llave)- y Tierra Blanca es probable que los eventos asociados con la conformación de la singular identidad cultural del Clásico tardío tomaran forma en lugares distintos de la costa. Hay que reconocer que los orígenes de la tradición alfarera veracruzana, misma que distingue a sitios como Nopiloa, Dicha Tuerta y Apachital, por desgracia no han quedado suficientemente claros.