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El sabotaje de lo real. Fotografía surrealista y de vanguardia
Las vanguardias artísticas de inicios del Siglo XX generan una nueva sensibilidad que se plasma en diversos aspectos del pensamiento y del arte. Por el cuestionamiento al que someten a la razón y a la idea de realidad, originan una fractura en las concepciones estéticas vigentes de esa época, en particular en los mecanismos de invención, en la credibilidad de la vista como el sentido privilegiado y en lo que respecta al punto desde el cual el artista (y, por lo tanto, el espectador) observan; así, son ilustradores de esta época las perspectivas aéreas y fragmentadas del cubismo, y los retos que impone a las maneras tradicionales de percepción el surrealismo, con su propuesta de creación automática nutrida de los descubrimientos de Freud sobre el inconsciente.
Este mecanismo creativo, basado en el sueño, en los impulsos inmediatos y en el automatismo psíquico, instituye en la fotografía un universo simbólico y poético que transforma, a partir de ese momento, la manera en que ésta se concibe. Si en el siglo xix el comienzo de este arte con los retratos de paisajes y escenas diversas había reanimado la función descriptiva y anecdótica que había asumido en muchos casos la pintura, sobre todo la holandesa, y en las primeras décadas del siglo xx buscaba otros caminos entre lo comercial, lo documental (la fotografía para ilustrar los periódicos o para dar cuenta de las acciones bélicas) y lo artístico, el surrealismo llevó esa búsqueda a sus límites, logrando expresiones de lo no visible cargadas de sentido y belleza que no se habían visto. Se expresa, entonces, a través de imágenes, lo que subyace en los impulsos, en el inconsciente y en lo puramente visceral del individuo, como dijo Breton “sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”.
Aunque, desde el comienzo de las vanguardias, los lazos entre los géneros de las artes visuales fueron muy claros y unas abrevaron en las otras influenciándose, llama la atención lo importante que se tornó el contacto entre los artistas para la creación y la reflexión teórica de las artes, y cómo se halló la forma de presentar propuestas colectivas en la obra individual. Resulta particularmente notable la importancia que adquirió México en el programa surrealista, pues si bien desde la segunda década del siglo XIX, América se había vuelto un lugar atractivo para los fotógrafos europeos —en 1857 Desiré Charnay realizó una serie de fotografías de sitios mayas—, con el surrealismo México adquiere una nueva dimensión: primero con la visita de Artaud y luego gracias a que Breton lo llamó “el país surrealista por excelencia”. Este calificativo, que puede parecer banal cuando acompaña las anécdotas que permearon los viajes de Breton a este país y que muchas veces, descontextualizado, se ha esgrimido para señalar las situaciones pintorescas y del absurdo que pueden suscitarse en México, tuvo en realidad una connotación muy compleja que no sólo el poeta francés fue capaz de percibir. México representaba en ese momento el sitio donde creación y revolución se unían, el lugar en el que la poesía y las pulsiones inconscientes tomaban cuerpo junto con un programa social, era el lugar donde la invención podía refugiarse. Y así lo vieron también Cartier-Bresson, Paul Strand, Edward Weston, Tina Modotti y otros fotógrafos y artistas que por otras circunstancias llegaron al país.
Estos viajes, que en muchos casos se convirtieron en largas estancias o incluso en residencias permanentes, han marcado el contacto entre México y Europa. Y la relación entre éste y Francia, que alguna vez se tradujo en conflicto bélico, hoy crea oportunidades de enriquecimiento mutuo y cooperación (piénsese lo que significa que el Salón del Libro de París haya tenido a México en 2009 como invitado especial).
Así, con este espíritu, el Museo Amparo se une al Centro Pompidou para presentar una exposición de fotografía de vanguardia, la cual proviene en su mayoría de la colección surrealista de este museo francés que, complementada con piezas de colecciones privadas y públicas mexicanas, constituye una muestra única, no sólo por ser la primera en México de su tipo, sino por el imponente trabajo de recopilación material y por la perspectiva curatorial que ofrece, en la que una parte es curada por el especialista francés Quentin Bajac del Centre Pompidou, mientras que otra corre a cargo de México, encabezada por Ángeles Alonso.
Por esto y por las posibilidades que abre a los espectadores, nos honra presentar El sabotaje de lo real. Fotografía surrealista y de vanguardia en el Museo Amparo, el cual desde 1991 se ha propuesto mostrar lo más relevante del arte. En esta ocasión, la exposición se complementa con la publicación del presente libro, el cual, además de la obra, presenta textos muy enriquecedores que exploran en diversos niveles el tema de fotografía surrealista, especialmente el papel que desempeñó entre otras manifestaciones visuales de este movimiento, prestando especial atención a las relaciones entre creadores (sin importar su nacionalidad) y entre tópicos.
Ángeles Alonso Espinosa | Curadora