Región | Nueva España |
Período | Siglo XIX |
Año | Ca. 1800 |
Período | Siglo XIX |
Año | Ca. 1800 |
Técnica | Grabado |
Medidas extra | 26.1 x 20.5 cm |
Investigador |
La pieza es un grabado realizado por el artista británico John Chapman en un momento no determinado, entre la última década del siglo XVIII y las dos primeras del siglo XIX. La inscripción que acompaña al grabado en su parte inferior, realizada en lengua inglesa, indica que los símbolos y glosas dispuestos de forma concéntrica dan cuenta de la forma en que los antiguos mexicanos computaban el tiempo. En efecto, se trata de un modelo de lo que conocemos como rueda calendárica, a decir por la leyenda al pie, tomado de la obra del padre Francisco Javier Clavijero.
La firma del autor la encontramos en la parte inferior derecha de la lámina como J. Chapman Sculpt, la misma que identifica su numerosa obra retratística conservada en la National Portrait Gallery en Londres. Se conoce poco acerca de la vida de John Chapman, quien estuvo activo entre los años 1792 y 1823. A través de su obra conocemos que fue uno los grabadores de punteados más talentosos de finales del siglo XVIII, y se cree que fue en su mayoría autodidacta. Es probable que su padre, también llamado John Chapman, fuera topógrafo y cartógrafo. Durante su carrera, Chapman grabó temas alegóricos según los diseños de J. Smith y Raphael Corbould. Trabajó en estrecha colaboración con el marchante de arte Thomas Macklin en su serie de Shakespeare y casi la mitad de los grabados llevan su nombre. También se desempeñó como dibujante arquitectónico y colaboró con el artista Philip James de Loutherbourg. Se tiene constancia de que formó parte de la Royal Academy en Pall Mall, Londres.
La palabra escrita en letras capitales en la parte superior –Mexico– identifica la procedencia del objeto del grabado. También en la parte superior, en la esquina derecha, leemos Plate I, lo cual parece sugerir que esta fue la primera de quizá una serie de láminas. El objeto representado constituye una rueda calendárica. Este particular género iconográfico, del que se conservan numerosos ejemplos elaborados entre los siglos XVI y XVIII, resulta de una adaptación del calendario indígena de tradición nahua al formato circular, con el objetivo de exponer de forma didáctica y clara la compleja articulación del tiempo en relación con el espacio. Las unidades temporales indígenas adquirían connotaciones espaciales que se articulaban con base en la división en cuatro o en cinco partes del mundo –los cuatro rumbos y un centro–. Esto significaba que a cada unidad temporal (día, año, era) le correspondía un espacio físico, a lo que debemos sumar el hecho de que los nombres de los años se repiten cada 52. Tal y como señala la especialista Ana Díaz, por este motivo fue preciso generar un formato que permitiera explicar la dinámica de la cuenta del tonalli (calendario), y sus diferentes módulos, en términos visuales, simplificando así las barreras que separaban los núcleos epistemológicos indígena y cristiano.
El calendario mesoamericano da cuenta del xiuhpohualli de 52 años, equivalente a un “siglo” mesoamericano. Esta cuenta resultaba de la combinación de otros dos sistemas: el tonalpohualli, formado por 20 signos y 13 numerales, que combinados formaban un ciclo de 260 días y se usaba, entre otros asuntos, para la adivinación y para la asignación del nombre calendárico de la gente; y el cempohualpohualli, formado por los mismos 20 signos y 18 numerales, los cuales, aunándose los 5 días finales llamados nemontemi, hacían el ciclo solar de 365 días que se usaba para organizar las fiestas de los dioses y para el registro y recaudación del tributo.
La rueda calendárica del grabado muestra en su centro los glifos de los años 1-Caña, 2-Pedernal y 3-Casa, además de un cerro con tres huellas ascendentes, junto con la inscripción en letras capitales Year of the Mexicans, “Año de los mexicanos”. Un segundo círculo contiene la representación del ciclo de las lunaciones a la manera en que se simboliza en los formatos calendáricos europeos, lunas –meztli en el contexto nahua– con rostro que permiten apreciar sus distintas fases. En la rueda intermedia están representados 18 glifos, los cuales se refieren a las veintenas o períodos de veinte días, con sus nombres en lengua náhuatl. Notamos que la primera de las veintenas que refieren las fuentes y otras ruedas aparece rotulada con el número 18, con lo que la numeración que se anotó debajo de cada glifo se encuentra desfasada por una posición. El orden habitual de las veintenas es el siguiente: 1, Atlcahualo, “Detención de aguas”; 2, Tlacaxipehualiztli, “Desollamiento de gente”; 3, Tozoztontli, “Pequeña vigilia”; 4, Hueytozoztli, “Gran vigilia”; 5, Toxcatl, “Cosa seca”; 6, Etzalcualiztli, “Comida de maíz y frijol”; 7, Tecuilhuitontli, “Pequeña fiesta de los señores”; 8, Huey tecuilhuilhuitl, “Gran fiesta de los señores”; 9, Miccailhuitontli, “Pequeña fiesta de los muertos”; 10, Xocotlhuetzi, “Cae el fruto”; 11, Ochpaniztli, “Barrimiento”; 12, Teotleco, “Llegada de los dioses”; 13, Tepeilhuitl, “Fiesta de los montes”; 14, Quecholli, que significa, “Espátula rosa” (ave similar al flamenco); 15, Panquetzaliztli, “Levantamiento de banderas”; 16, Atemoztli, “Baja el agua”; 17, Tititl, “Encogido o arrugado”; y 18, Izcalli, “Resurrección”. Asimismo, observamos que existen errores en la escritura de los nombres de algunas veintenas. Por ejemplo, la numerada como 17, que corresponde en realidad con la 18, Izcalli, se anotó como Izcagli, y la 13, en realidad la 14, Quecholli, se escribió Checiogli.
El esquema hasta ahora señalado muestra cómo la circunferencia de las lunaciones, asociadas al mes en el cómputo cristiano, pretendía ser vinculada con la de las veintenas indígenas. Suponía una manera artificial de hacer corresponder los ciclos indígenas, determinados más por la “fiesta” (ilhuitl) que por algún fenómeno astronómico, con el ciclo lunar (meztli). El Libro Segundo del Códice Florentino asoció los conceptos de “fiesta” y “mes” y en esta rueda tenemos su representación gráfica.
Por último, la rueda exterior representa el xiuhpohualli a partir de los cuatro glifos portadores del año que se repiten trece veces: tochtli, “conejo”; acatl, “caña”; tecpatl, “pedernal”; y calli, “casa”. Bajo cada signo se escribió su nombre, aunque nuevamente con errores. Por ejemplo, el grabador escribió Cagli en lugar de Calli. Enmarcando toda la rueda se representó una serpiente. Este elemento no es indígena sino que pasó a la tradición occidental a partir de la concepción del tiempo en la antigua Grecia: el uróboros, o serpiente que se muerde la cola, simboliza el ciclo eterno de las cosas. La inscripción en letras capitales Century of the Mexicans, “Siglo de los mexicanos”, se dispuso alrededor de la rueda en su perte superior exterior.
El texto en la parte inferior refiere a la obra del sacerdote jesuita Francisco Javier Clavijero, nacido en el Puerto de Veracruz en 1731. Es uno de los más dignos representantes de la Escuela Universalista Española del siglo XVIII, la cual apostaba por la convergencia de la tradición del humanismo clásico con la ciencia empírica moderna. Fue reconocido por sus obras historiográficas. La expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios americanos en 1767 lo llevó a exiliarse en la ciudad italiana de Bolonia, la cual entonces pertenecía a los Estados Pontificios. En esa ciudad escribió en italiano su magna obra, Storia Antica del Messico, escrita en diez libros y acompañada de nueve disertaciones, publicada por vez primera en 1780. Suponía un compendio de la historia prehispánica de la Nueva España y una apología indigenista que hiciera frente a la perniciosa visión que algunos intelectuales europeos de la época difundían sobre América, especialmente, contra el filósofo y diplomático holandés Cornelius de Pauw. Esta obra también se fraguó como rescate de las “antigüedades mexicanas”, las cuales durante la Ilustración dejaron de apreciarse como manifestaciones demoniacas para valorarse como representaciones de una cultura digna de ser conocida.
Esta obra se publicó en inglés en 1787, basada en la edición italiana. Contiene tres láminas que dan cuenta del siglo, el año y el mes mexicanos. Iconográficamente, observamos que el grabador John Chapman copió la forma europeizada de los glifos que se representaron en las ruedas de Clavijero. Valga la pena observar el signo Tochtli, “Conejo”, para percibir su representación naturalista alejada de la convención mesoamericana; igual sucede con Tecpatl, “Pedernal”, representado más como una punta de lanza metálica que como un objeto pétreo. Sin embargo, la composición del conjunto no corresponde con las imágenes de Clavijero sino con otra de las varias representaciones probablemente inspiradas en el “Calendario no. 4” de la colección del intelectual y cosmógrafo novohispano Carlos Sigüenza y Góngora, quien vivió durante la segunda mitad del siglo XVII. En concreto, la iconografía y la disposición de todos los elementos mencionados, incluida la errónea numeración de las veintenas, nos remiten a la denominada “Rueda del ciclo civil mexicano” que perteneció a la colección del historiador y anticuario italiano Lorenzo Boturini, fallecido en 1755. El intelectual poblano Mariano Fernández de Echeverría y Veytia fue continuador de una obra inconclusa de Boturini y pudo copiar sus diversas ruedas calendáricas. Por otro lado, el aventurero italiano Gamelli Careri también pudo inspirarse en la composición de Sigüenza y Góngora para realizar la rueda calendárica que aparece en su obra Giro Intorno al Mondo (1699), publicada en Londres en lengua inglesa en 1704, y, a su vez, Boturini reportó haber tenido contacto con la rueda elaborada por Gamelli.
Entonces, parece probable que Chapman consultara alguna de estas obras para realizar su grabado. También elaboró un grabado inspirado en la representación del Templo Mayor de México que aparece en la obra Historia de la Nueva España del arzobispo Francisco de Lorenzana, publicada en 1770. No queda duda de que las antigüedades mexicanas también atrajeron la curiosidad del grabador inglés a partir de la circulación de las obras de la Ilustración novohispana.
Referencias:
Oudijk, Michel R. y María Castañeda de la Paz, “La colección de manuscritos de Boturini: una mirada desde el siglo XXI”, en Memorias del Coloquio: El caballero Lorenzo Boturini. Entre dos mundos y dos historias, México, Museo de la Basílica de Guadalupe, 2010, pp. 87-129.
Díaz, Ana, El cuerpo del tiempo. Códices, cosmología y tradiciones cronográficas del centro de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas y Bonilla Artigas Editores, 2010.