En 1972 Eduardo Terrazas realiza en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México la que será su primera exposición individual. Intitulada Tablas, como igualmente denominó a la serie de obras que allí se exhibieron, esta muestra recogía sus piezas realizadas en hilos de lana de colores sobre tablas, recubiertas de cera de Campeche, un trabajo que emprendió en colaboración con el artesano huichol Santos Motoaaopohua. Este conjunto de cuadros es de suma importancia en la trayectoria del artista pues son las primeras piezas realizadas con estos materiales y suponen la fusión que caracterizará su discurso creativo: entre la abstracción geométrica y una técnica artesanal típicamente mexicana.
Durante la década precedente, Terrazas se había dedicado a la que para entonces era su faceta profesional más conocida: la arquitectura. Para las Olimpiadas de México de 1968, Terrazas, junto con el arquitecto y líder del comité olímpico, Pedro Ramírez Vázquez y el resto del equipo de trabajo, realizaron una serie de combinaciones para las diversas aplicaciones gráficas y de diseño urbano que dieron imagen al evento, inspiradas en las líneas paralelas y concéntricas de las artesanías de los indígenas huicholes, originarios de los estados de Jalisco y Nayarit. Como señala el propio artista: “mi idea era relacionar el arte moderno con el concepto artesanal y el comité lo entendió muy bien. Así que empezamos con México 68 y así salió la geometría del logo con líneas paralelas (...) Y esto fue inspirado por una pequeña pieza huichola.”[1]
Esta experiencia fue capital para su obra artística, cuando a inicios de los años setenta comienza de manera sistemática y profesional su carrera, precisamente con las obras de la serie Tablas, como son 2.8 y 2.9, pertenecientes a la colección del Museo Amparo y que se anteceden al monumental conjunto Posibilidades de una estructura, de la cual este museo también posee una pieza singular. En el caso de estas Tablas, los ecos de la experiencia de la abstracción geométrica temprana del siglo XX se sienten muy presentes; sobretodo en la identificada como 2.8 la referencia al neoplasticismo y a la obra de Theo van Doesburg es muy directa.
Sin embargo, es muy variado el catálogo de motivos y patrones formales de esta temprana serie, aun cuando están determinados por un espíritu ortogonal y geométrico. Lo que resulta verdaderamente innovador en el caso de estas Tablas, para la densa genealogía de piezas y nombres asociados al lenguaje del arte concreto, es ciertamente la textura artesanal que provee el trazo, o también podría decirse el dibujo que genera el hilo encolado a la madera. La naturaleza pulida e industrial de las obras asociadas a este lenguaje artístico del siglo XX, con acabados muy lisos y planos severamente delineados se transforman en las propuestas de Eduardo Terrazas en cálidas superficies textiles, con sutiles dibujos geométricos derivados de la hebra de lana, lo que les añade una cualidad orgánica, original y única en el universo de obras abstracto-geométricas.
[1] Obrist, Hans Ulrich. Conversaciones en México, México: Fundación Alumnos 47, 2016; pp. 284.
En 1972 Eduardo Terrazas realiza en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México la que será su primera exposición individual. Intitulada Tablas, como igualmente denominó a la serie de obras que allí se exhibieron, esta muestra recogía sus piezas realizadas en hilos de lana de colores sobre tablas, recubiertas de cera de Campeche, un trabajo que emprendió en colaboración con el artesano huichol Santos Motoaaopohua. Este conjunto de cuadros es de suma importancia en la trayectoria del artista pues son las primeras piezas realizadas con estos materiales y suponen la fusión que caracterizará su discurso creativo: entre la abstracción geométrica y una técnica artesanal típicamente mexicana.