Ante la expansión horizontal del tejido urbano, el crecimiento demográfico exponencial y la inflación del costo de los terrenos en el centro de las ciudades, no es ninguna sorpresa que los agentes de bienes raíces y construcción multipliquen el espacio disponible creciendo hacia las alturas. Los avances en las tecnologías de la construcción continúan ampliando el límite de qué tan alto podemos construir, en una ambiciosa búsqueda por multiplicar el espacio rentable. En el acto de construir más, erigir torres y luchar por ver quién hace el edificio más elevado, hemos pasado por alto una pregunta crucial: ¿deberíamos construir suburbios verticales?
Las ciudades no son producto de una sola visión, son el resultado de la superposición de capas históricas y construcciones sociales. Por lo tanto, este proyecto intenta emular este proceso subdividiendo la torre en 192 módulos que representan la yuxtaposición de ideas, estilos y tipologías. Los módulos fueron repartidos entre diferentes estudios de arquitectura, quienes diseñaron y construyeron la maqueta de su propia parcela, manteniendo una conexión de tipo cadáver exquisito con las secciones vecinas. Cada colaborador presenta su visión para el diseño de la torre como un bloque, que en conjunto con los otros conforma una masa escultórica vertical, una matriz tridimensional de posibilidades en forma de una ciudad vertical.
Ante la expansión horizontal del tejido urbano, el crecimiento demográfico exponencial y la inflación del costo de los terrenos en el centro de las ciudades, no es ninguna sorpresa que los agentes de bienes raíces y construcción multipliquen el espacio disponible creciendo hacia las alturas. Los avances en las tecnologías de la construcción continúan ampliando el límite de qué tan alto podemos construir, en una ambiciosa búsqueda por multiplicar el espacio rentable. En el acto de construir más, erigir torres y luchar por ver quién hace el edificio más elevado, hemos pasado por alto una pregunta crucial: ¿deberíamos construir suburbios verticales?