Durante más de dos años, el artista de origen carioca Cadu se vinculó con un grupo de señoras bailadoras de Santa María la Ribera en Ciudad de México. El acercamiento fue paulatino, Cadu logró acceder a la clase de casi treinta señoras de la tercera edad que desde hace más de quince años se reúnen a bailar –sin ninguna presencia masculina– en la Casa de la Cultura del barrio. Dentro del repertorio del grupo predominan los bailes de salón, sin embargo, el baile con más arraigo emocional para todas es el danzón.
Como agente externo recién integrado a esta logia femenina, el artista asistió durante sus períodos de estancia en la colonia a sus dinámicas grupales alrededor del baile, conociendo las historias de aquellas mujeres que, por una empatía inicial fueron tejiendo un lazo de confanza cada vez más fuerte con él. Cadu fue descubriendo cómo el baile y el tejido son elementos protagónicos en sus vidas; el primero, generando un espacio autónomo de gozo y disfrute que las reafrma más allá de los roles preestablecidos: madre, esposa, abuela, jubilada; el segundo, ligado a un tiempo cíclico que se devuelve a través del recuerdo y la soledad en la vejez.
Fue a partir de estos aspectos que el artista propone Soy mandala, una videoinstalación que refiere a un proceso de creatividad colectiva entre Cadu y once mujeres de la clase. La pieza parte de un momento crucial en el que estas mujeres bailaron una coreografía de danzón a la par que deshilaban un gran mandala tejido en crochet producido por un colectivo de jóvenes tejedoras activistas.
Respetando el ritual contenido en cada una de las clases, las señoras bailaron para ellas mismas mientras desaparecían ese entramado cromático dispuesto a piso, en el entendido de que ambas acciones, bailar y “destejer-deshacer”, anunciaban la víspera del fnal de un ciclo, un rito de despedida y agradecimiento que celebra el tiempo que ellas lograron ganar en sus vidas, un tiempo ausente del mundo, único y peculiar.
Durante más de dos años, el artista de origen carioca Cadu se vinculó con un grupo de señoras bailadoras de Santa María la Ribera en Ciudad de México. El acercamiento fue paulatino, Cadu logró acceder a la clase de casi treinta señoras de la tercera edad que desde hace más de quince años se reúnen a bailar –sin ninguna presencia masculina– en la Casa de la Cultura del barrio. Dentro del repertorio del grupo predominan los bailes de salón, sin embargo, el baile con más arraigo emocional para todas es el danzón.