Región | ¿Puebla? | Período 3 | Siglo XVIII |
Período 4 | Siglo XVIII |
Técnica | Óleo sobre tela |
No. registro | SXVIII.BI.001 |
Período | Siglo XVIII |
Medidas | 128 x 87.5 cm |
Investigador |
Esta obra representa, con algunas variantes, a la Virgen de Aranzazú, devoción vasca que tuvo muchos seguidores en este importante sector de la población novohispana. Se trata de una imagen que apareció de manera sobrenatural a un pastor llamado Rodrigo Balzategui hacia 1469, en una cañada profunda en la cual, por varias señales de la misma imagen, se le construyó una ermita. La figura se había aparecido sobre un espino, y el pastor la confundió en principio con una mujer. Al verla mejor le preguntó en su lengua “¿Aránzazu?”, que significa “¿vos en el espino?”. Al darse cuenta de que se trataba de una imagen, rezó, tocó su flauta, y llevó a algunos testigos. En el espino estaba amarrada una campana o cencerro que se representa en la pintura.[1]
La obra del Museo Amparo, a diferencia de la mayoría de las que copian la imagen, lleva el cabello suelto y tiene tez blanca, aunque las crónicas la señalan de tez morena. Por lo demás, parece seguir el modelo tradicional de representación, sobre el espino rodeado de pájaros y con el pastor tocando una flauta a sus pies. El artífice, probablemente local y quizá no culto, debió conocer alguna copia grabada de la obra, por lo que eligió el color de la tez y el cabello.
La calidad de la pieza, de origen realizada sin grandes pretensiones, desmerece por una intervención desafortunada. En la imagen con luz ultravioleta (UV) se identificó la presencia de repintes en toda la periferia y en una línea horizontal que corre cerca de la esquina inferior derecha, quizá colocada sobre una rotura de soporte. La cara de la Virgen y el personaje a sus pies también están intervenidos. El color azul de la superficie refiere a la colocación de un barniz de resina sintética, empleada desde 1970 hasta la fecha, pese a que la escuela mexicana de restauración ha preferido el empleo de resinas naturales debido a que son reversibles, a diferencia de ésta.
1. Héctor Schenone, Santa María: iconografía del arte colonial, Argentina, Educa, 2008, pp. 302-303.