Nuestra pieza es la figura de una mujer desnuda que sostiene sus senos con ambas manos. Por su temática resulta singular puesto que en la producción escultórica en piedra de los mexicas, la figura de la mujer se representa por lo general sentada, a la manera que realizaba las tareas domésticas, hincada sobre las rodillas, y también de pie; mira hacia adelante; en postura frontal y sus brazos están a sus costados. Por lo general, la mujer viste una especie de falda o enredo que se sujetaba a la cintura con una faja, y una camisa llamada huipil, aunque también suele cubrir su torso con otra prenda de forma romboidal conocida como quechquémitl.
A través de las diferentes maneras en las que la figura de la mujer se representa entre los mexicas, logramos entender algunos aspectos del papel de la mujer en esta sociedad. En su repertorio escultórico las divinidades femeninas, quienes determinaban el comportamiento cotidiano y moral de las mujeres, y por ende el patrón de belleza física idealizado, son de la mujer joven, contrastando con las imágenes de ancianas. También se hace evidente que son pocas las representaciones de mujeres completamente desnudas como en el caso de nuestra pieza, que por ello resulta extraordinaria.
Como nos lo indica Felipe Solís, quien fue director del Museo Nacional de Antropología e Historia, a pesar de que la sociedad mexica era extremadamente conservadora respecto a la desnudez, excepcionalmente se trabajaron imágenes talladas en piedra con personajes desnudos; los pocos que existen los podemos explicar porque dichas imágenes estaban directamente relacionadas con el concepto de la fertilidad. Se refiere puntualmente a una escultura tallada en madera que alberga el museo, en la que la mujer joven sostiene sus senos; en este caso la joven lleva un enredo a la cintura, y el cabello trenzado le corona la cabeza; contrasta con nuestro ejemplo por varias razones, la principal es que nuestra figura está completamente desnuda, si bien tiene sobre la piedra tallada algunos trazos sobre la superficie que bien se pueden identificar como pintura corporal y lleva algunos elementos suntuarios a manera de nariguera, collar y brazaletes.
Nuestra escultura posiblemente es una representación de Xochiquetzal, la joven diosa de la belleza, así como del amor y del placer erótico; una deidad que con Xochipilli se vincula con el trato carnal. Era la protectora e inspiradora de los artistas, tejedoras, orfebres y pintores, y de las mujeres que la sociedad mexica llamó ahuani, esto es, las mujeres que participaban en algunas fiestas como acompañantes de los jóvenes guerreros que regresaban victoriosos de la guerra. Es así una clara referencia a la manera en la que, en el mundo nahua, el erotismo estaba controlado por la sociedad. Como nos explica Alfredo López Austin, era la sociedad la que definía las reglas y decretaba las condiciones bajo las cuales se concebían las formas permitidas de expresión sexual; esta pieza es producto de la confluencia indisoluble de la naturaleza y la sociedad. Una mujer desnuda, contrasta ciertamente con la manera en la que la mujer nahua era educada desde la pubertad puesto que las mujeres eran criadas en una estricta conducta sexual, pero a la vez nos evidencia los privilegios sexuales que la sociedad otorgaba a sus habitantes.
Nuestra pieza es la figura de una mujer desnuda que sostiene sus senos con ambas manos. Por su temática resulta singular puesto que en la producción escultórica en piedra de los mexicas, la figura de la mujer se representa por lo general sentada, a la manera que realizaba las tareas domésticas, hincada sobre las rodillas, y también de pie; mira hacia adelante; en postura frontal y sus brazos están a sus costados. Por lo general, la mujer viste una especie de falda o enredo que se sujetaba a la cintura con una faja, y una camisa llamada huipil, aunque también suele cubrir su torso con otra prenda de forma romboidal conocida como quechquémitl.