Esta escena posiblemente conmemora un rito de petición de lluvias llevado a cabo en el día 5 Terremoto (Qh Qhi) del año 9 Conejo (Que Sayu) cuya posición en el calendario cristiano es incierta, aunque debió ser un año con gran sequía; de ahí la necesidad del rito. Cuatro sacerdotes ofrendan niños al dios de la lluvia Dzahui, quien aparece flotando en la parte superior de la escena, portando vasijas que vierten agua, pero desdoblado en sus cuatro manifestaciones cardinales.
Cada uno de los cuatro niños ofrendados lleva el nombre calendárico del día en que nacieron. Dos se llaman 13 Serpiente (Si Yucoco) y tienen cabeza de ofidio, mientras que los otros dos se llaman 10 Jaguar (Xi Uidzo) y tienen testa de felino. Este dato sugiere que entre los mixtecos antiguos, las víctimas de ciertos sacrificios eran elegidas por los dioses según el día de su nacimiento, pero también señala que en la cabeza de cada persona residía la fuerza calorífica o destino señalado por el día de su natalicio.
Aunque desde el punto de vista estilístico y caligráfico este dintel de piedra se suscribe a la tradición cultural mixteca, los numerales de barras y puntos parecen indicar que pertenece a una época o lugar donde aún persistía el sistema de notación aritmética de los antiguos ñuiñés, cultura más antigua de la Mixteca baja cuyo auge tuvo lugar en la llamada etapa Urbana tardía (500-800 d.C.). En contraste con lo anterior, los mixtecos que conocemos a través de los códices y otros documentos (1200-1600 d.C.) no utilizaban barras, sino tan sólo numerales con forma de puntos. En la escena coexisten dos sistemas diferentes de comunicación gráfica, aunque complementarios: la escritura jeroglífica (especializada en escribir fechas y nombres propios en alguna forma del idioma mixteco antiguo) y la iconografía o pictografía narrativa (elementos conceptuales que carecen de cualquier relación con el lenguaje verbal).
Esta escena posiblemente conmemora un rito de petición de lluvias llevado a cabo en el día 5 Terremoto (Qh Qhi) del año 9 Conejo (Que Sayu) cuya posición en el calendario cristiano es incierta, aunque debió ser un año con gran sequía; de ahí la necesidad del rito. Cuatro sacerdotes ofrendan niños al dios de la lluvia Dzahui, quien aparece flotando en la parte superior de la escena, portando vasijas que vierten agua, pero desdoblado en sus cuatro manifestaciones cardinales.