Cultura | Maya |
Región | Cuenca del Usumacinta, probablemente de Yaxchilán |
Período | Clásico tardío |
Año | 600-909 d.C. |
Período 9 | Clásico tardío |
Año | 600-909 d.C. |
Técnica | Piedra esculpida |
Medidas | 83 x 56 x 21.2 cm |
Ubicación | Sala 2. El mundo religioso |
No. registro | 52 22 MA FA 57PJ 1369 |
Investigador (es) |
Sección de un panel o monumento esculpido con la imagen de una serpiente de fauces abiertas de la que surge una entidad sobrenatural. Estas imágenes fueron ampliamente reproducidas durante el Clásico tardío en las ciudades de la cuenca del río Usumacinta, en especial en Yaxchilán. El panel reproduce una serpiente con las fauces abiertas de la que surge un personaje sobrenatural; comúnmente este conjunto iconográfico es conocido como “serpiente de visión” porque los mayas clásicos solían hacer invocaciones para vincularse con algún antepasado o bien con entidades sobrenaturales. El conductor de estas visiones era una serpiente o el dios K’awiil, que poseía una de sus piernas serpentinas, misma que servía de conducto para comunicarse con los seres invocados.
Durante el Clásico tardío, especialmente durante los siglos VII y VIII d.C., muchas de estas invocaciones se representaron en la región del río Usumacinta. Ciudades como Bonampak, Piedras Negras o Yaxchilán, en especial esta última, dejaron constancia en monumentos esculpidos con estas invocaciones y visiones. Los principales monumentos en los que se representaron estos eventos fueron paneles y dinteles, nunca aparecen en estelas; no hay que olvidar que los dinteles ocupaban paramentos horizontales de estancias privadas y que para poder ser vistos era necesario agacharse y voltear la cabeza hacía arriba, precisamente porque el ritual representado tenía carácter privado y era un acontecimiento personal e íntimo.
Hay que suponer pues que el panel formó parte de un discurso narrativo más amplio en el que se dejó ver a los personajes encargados de la invocación, como solía ser costumbre en el arte maya del Clásico, tal como se aprecia en diferentes dinteles de Yaxchilán. Por eso, es probable que este monumento formase parte de un complejo iconográfico más amplio y que sólo se haya conservado la parte correspondiente al ser invocado y su conducto, la serpiente. El cuerpo y cabeza de la serpiente arrancan de un elemento vegetal representado por el signo nal “maíz”, que semánticamente relaciona el acontecimiento con las cosechas y el cultivo del maíz. En el dintel 15 de Yaxchilán se reconoce este mismo elemento ubicado también en la parte superior de la cabeza de la serpiente de visión.
La cabeza del ofidio presenta los rasgos propios de las entidades sobrenaturales; una ceja voluminosa y el ojo cuadrado con pupila semicircular, pero también se reconoce la fisonomía característica de las serpientes, como son las escamas o los dientes curvados de ambas mandíbulas. En la parte baja de la mandíbula inferior se reconoce una barba vencida hacia delante. En la región de Petén guatemalteco encuentra su hábitat una de las serpientes más peligrosas de Centroamérica, conocida como “barba amarilla”; es posible que con este juego de elementos, serpiente y barba, el artista pretendiese aportar información semántica que permitiese identificar al ofidio. La boca de la serpiente se abre en ángulo recto permitiendo la aparición del personaje, una entidad sobrenatural, reconocible por el ojo circular. El perfil es antropomorfo con una nariz alargada que se une al labio superior; la boca es cuadrangular, alargada y con dientes.
El personaje está adornado con una orejera realizada en concha reconocible, no sólo por la forma que adquiere sino también por el punteado discontinuo con los que los mayas reproducían ambientes acuáticos o relacionados con éstos. El cabello lo lleva echado hacia atrás y sujeto por una diadema o tiara que termina en forma de voluta a la altura de la oreja. El adorno central de esta tiara está perdido, pero podemos describir cómo fue en su origen porque diademas de este tipo fueron ampliamente reproducidas durante el período Clásico; solían estar realizadas en concha y rematar en la parte central con una cruz en aspa. Este tipo de tiaras, así como la orejera de concha, fueron algunos de los atributos distintivos que portaba Chaahk, el dios de la lluvia y el rayo. Igualmente, el perfil del rostro coincide con las imágenes clásicas del dios, por lo que muy probablemente el personaje invocado en este panel o dintel fuese Chaahk. Invocaciones al dios de la lluvia, así como otros rituales realizados en su honor fueron comunes en la región del Usumacinta durante el Clásico. Así, en el dintel 25 de Yaxchilán se representa y se describe una invocación a Chaahk en su aspecto de Aj k’ahk O’ Chaahk; (ver dibujo 3 correspondiente a la vasija K1152 de la colección Kerr).
Debajo del programa iconográfico, fauces de serpiente y deidad, se encuentra otro elemento con simbología propia que forma parte del complejo ritual; está enmarcado por una orla que remata con bandas de telas superpuestas. En su interior contiene una cabeza que reproduce a una entidad sobrenatural de perfil, con ceja voluminosa y ojo escuadrado; boca abierta con colmillos curvados; volutas que salen de la comisura de los labios; adornos vegetales que ocupan los pómulos; nariz prominente que gira hacia arriba; orejera circular, y en la parte superior elementos vegetales que harían alusión al contexto semántico de esta entidad, tal vez en relación con el signo vegetal nal “maíz”, que porta la serpiente de visión y que haría alusión al ritual que se estaba llevando a cabo, que seguramente tuviese relación con las lluvias y la producción anual de maíz, más si se tiene en cuenta que Chaahk, como dios de la lluvia, era elemento vinculante e imprescindible para las siembras y las cosechas.