En esta estela se representa a un gobernante de pie y de perfil, en un momento ritual de carácter liminar, es decir, que a través de un estado alterado de conciencia se ubica entre el umbral que existe entre la vida y la muerte, el día y la noche, la luz y la oscuridad, etc. De la coronilla de su tocado surge un elemento trilobulado, semejante a una flor de lis, que parece representar uno de sus alientos o fuerzas anímicas, lo mismo que las volutas que se encuentran frente a su nariz. Su ojo circular es más propio de los dioses que de los humanos, lo que tal vez simboliza la capacidad de percepción sobrehumana que los soberanos mayas adquirían cuando entraban en trance; la barra ceremonial era otro de los implementos rituales comunes que los señores mayas sostenían durante dichas situaciones sagradas y aparentemente la usaban para invocar a los dioses, que emergían de los extremos de ese conducto alargado.
El cinturón de nudos señala que este soberano adquiere una vinculación con Chaahk, ya que se trata de uno de los implementos usados por el dios de la lluvia. También del talle cuelga hacia la parte posterior de las piernas un cinturón que remata en la figura del mismo Chaahk, personaje reconocible, pese al deterioro de la piedra, por el cabello recogido en la parte delantera y porque queda suspendido al pasar su brazo por su hacha ceremonial, objeto que lo acompaña en las escenas del mito del Bebé Jaguar.
La cabeza del gobernante presenta la típica deformación craneal tabular oblicua, una especie de barbiquejo y con la mano derecha ejecuta un ademán de saludo. El tocado de este gobernante es una cabeza enorme de ave, al parecer un aura o zopilote, símbolo de los mandatarios mayas, mientras que un extraño animal de dientes agudos se ubica en la banda que lleva sobre la frente; es posible que se trate de una combinación de serpiente y ciempiés, que simboliza las fauces del inframundo.
El hecho de que no tenga plumas en el tocado, que sostenga la barra diagonalmente y que se encuentre representado de perfil y de costado, sugieren que se trata de un bajorrelive de la segunda mitad del Clásico temprano, aunque las cintas que lleva anudadas en las piernas, así como el cinturón de nudos, aparecen en monumentos ligeramente más tardíos. Por todo esto, parece un monumento de transición donde confluyen elementos del Clásico temprano (250-600 d.C.) y del tardío (600-909 d.C.). La interpretación anterior concuerda con la presencia del enano que se ubica de cuclillas delante del señor que personifica a un dios. El pequeño le ofrece un pájaro a su amo, motivo de significado desconocido, pero que de acuerdo con Christian Prager se asocia con el ámbito sobrenatural.
El tocado del enano es un cormorán, ave que vuela, anida en tierra y pesca buceando, motivo por el cual los mayas le atribuyeron poderes sobrenaturales, ya que transitaba por los tres ámbitos del cosmos. El astro que tiene labrado sobre la espalda probablemente simboliza a Venus, “la estrella” por excelencia de los mayas, planeta que sólo se aprecia a simple vista durante los crepúsculos matutino o vespertino, lo que enfatiza el carácter liminar de esta escena. Los gobernantes mayas recababan a los enanos y jorobados de su pueblo para que vivieran en sus palacios y los acompañaran en los ritos, debido a que creían que su deformidad física era un signo de que habían sido elegidos por los dioses para funcionar como un nexo entre el mundo natural y el numinoso.
En esta estela se representa a un gobernante de pie y de perfil, en un momento ritual de carácter liminar, es decir, que a través de un estado alterado de conciencia se ubica entre el umbral que existe entre la vida y la muerte, el día y la noche, la luz y la oscuridad, etc. De la coronilla de su tocado surge un elemento trilobulado, semejante a una flor de lis, que parece representar uno de sus alientos o fuerzas anímicas, lo mismo que las volutas que se encuentran frente a su nariz. Su ojo circular es más propio de los dioses que de los humanos, lo que tal vez simboliza la capacidad de percepción sobrehumana que los soberanos mayas adquirían cuando entraban en trance; la barra ceremonial era otro de los implementos rituales comunes que los señores mayas sostenían durante dichas situaciones sagradas y aparentemente la usaban para invocar a los dioses, que emergían de los extremos de ese conducto alargado.