Interesante figura cerámica elaborada con un barro particularmente fino y recubierta de un engobe color “marfil”. Tanto la pasta de barro, la coloración que adquiere con la cocción y el mismo engobe son muy similares a los materiales y técnicas alfareras en uso durante el Postclásico temprano (ca. 900-1200 d.C.) en la llanura costera del Golfo de México, de manera particular en los territorios que alguna vez estuvieron bajo la influencia política de El Tajín, incluida la Sierra Norte de Puebla. Con la misma pasta de barro se fabricaron toda suerte de figurillas y una serie de vasijas, especialmente platos, que fueron de uso común en esta época.
En el rostro, sobre una de las mejillas y bajo el ojo izquierdo, se alcanzan a distinguir manchas de una pintura de color café rojizo que es igualmente característica de esta parte del litoral marino. Muchas vasijas lo incorporaban entonces y resulta de una mezcla de pinturas, en realidad de capas sobrepuestas y efectos de transparencia, que daban por resultado un aspecto muy cercano al acabado “plomizo” de una industria alfarera localizada en el sureste de México, en el área maya, pero que fue imitada localmente en muchos sitios de Mesoamérica.
Por supuesto, el vidriado original sólo pudo ser simulado otorgándole a las piezas un cierto reflejo metálico obtenido con el pulido de las superficies y quizá con la introducción de ciertos materiales que lograban acentuar esta condición. De cualquier forma se trata de un acabado muy popular en el México antiguo que se mantiene vigente hasta los tiempos de la Conquista.
El rostro fue hecho con la intervención de un molde, mientras que el cuerpo se encuentra sólo modelado. El personaje lleva tocado y orejeras, además de un collar de grandes cuentas. Todo el cuerpo se halla cubierto por una manta, un trozo de tela que aprieta los brazos contra el pecho. En uno de los edificios de las Higueras, en la llanura costera de Veracruz, aparece la representación de un bulto mortuorio. Con la forma de un cono invertido y apoyado sobre un banco, el cuerpo fue envuelto con un lienzo decorado con franjas blancas enmarcadas por otras más delgadas de color rojo. La punta del envoltorio coincide con la cabeza y en el lugar del rostro –si es que no se encuentra asomado entre la tela- fue colocada una máscara adornada con grandes orejeras azules.
La imagen de este bulto mortuorio no sólo es única en Mesoamérica sino que permite comprender de mejor manera las prácticas funerarias del Epiclásico en el contexto de la civilización de El Tajín. Hay que decir que bajo la escalera del Edificio 10 de esta última ciudad, Yamile Lira encontró entierro de un individuo adulto con las extremidades fuertemente flexionadas. Lourdes Beauregard, por su lado, halló en Las Higueras los restos de un adulto medio que "…al parecer fue depositado liado fuertemente" y los de otro individuo cuyo sexo y edad no fueron posible determinar pero que se encontraban "…fuertemente flexionados y con los brazos sobre el pecho”.
Ambas sepulturas, según la autora, corresponden a la parte final del período Clásico, aunque existe un adulto más, esta vez de edad avanzada, que apareció "…con las piernas fuertemente flexionadas hacia la parte anterior del tronco, los huesos de los brazos a los lados del cuerpo y los del antebrazo cruzados a la altura de la pelvis". Semejante condición del cuerpo señala un patrón de conducta que terminó afectando la flexión normal de las piernas y que quizá se relacione con una práctica funeraria que incidía en las primeras horas del fallecimiento en la posición final de las extremidades.
En la mayor parte de los casos se trata de individuos colocados en decúbito dorsal o lateral, es decir encogidos en sus muy estrechas sepulturas. La representación de un bulto mortuorio que sugiere en este mural de Las Higueras a un individuo con las piernas recogidas, tal y como si estuviera sentado, podría explicar la postura tan flexionada que adquiere nuestra figura y el hecho de que hoy pueda parecernos desprovista de piernas.
Interesante figura cerámica elaborada con un barro particularmente fino y recubierta de un engobe color “marfil”. Tanto la pasta de barro, la coloración que adquiere con la cocción y el mismo engobe son muy similares a los materiales y técnicas alfareras en uso durante el Postclásico temprano (ca. 900-1200 d.C.) en la llanura costera del Golfo de México, de manera particular en los territorios que alguna vez estuvieron bajo la influencia política de El Tajín, incluida la Sierra Norte de Puebla. Con la misma pasta de barro se fabricaron toda suerte de figurillas y una serie de vasijas, especialmente platos, que fueron de uso común en esta época.