La cerámica monocroma y alisada también se encuentra documentada en el sitio de Cholula durante el periodo Posclásico (900-1521 d.C.). Las formas que comúnmente se asocian son: ollas, apaxtles o cuencos. De estos últimos, se han registrado piezas ápodas y trípodes, cuyos soportes van desde los cónicos sólidos a los figurativos, con un perfil zoomorfo.
Muestra de ellos es este lote conformado por dos artefactos manufacturados de arcilla mediante la técnica del moldeado. En ambos casos es el dorsal donde se muestra el perfil de la representación, mientras que en su ventral es plano.
Estamos frente a la representación de un águila y una serpiente, animales duales que, a pesar de sus marcadas diferencias, son complementarios dentro de la cosmovisión mesoamericana. En el primer caso estamos ante el ave cazadora por excelencia, regente del supramundo y fuertemente vinculada con el sol. Por su parte el reptil es la representación misma de la tierra, móvil y cambiante, el principio de la fertilidad, por tanto, del sustento.
El vínculo entre estos dos especímenes nos puede remitir hasta el Preclásico Medio (1200-400 a.C.), con una vigencia ininterrumpida de poco más de dos mil años. Para la etapa Posclásica, por ejemplo, su presencia se advierte en el tonalpohualli, sin olvidar que iconográficamente, se asocian a entidades solares y telúricas respectivamente.
La presencia de piezas trípodes dentro de la vajilla prehispánicas resulta común, principalmente con aquellas con un fin ritual, pero también con las que eran utilizadas al momento de comer. Resulta interesante observar cómo en diferentes ilustraciones del llamado códice Florentino, se puede observar la presencia de cajetes o cuencos con tres soportes asociados a ambas actividades.
El protagonismo que tuvieron se refleja en el hallazgo constante de estos soportes dentro de la práctica arqueológica en lo general y en lo particular en Cholula, donde para esta temporalidad, la urbe de Quetzalcóatl era considerada el santuario más importante de Mesoamérica. Sin olvidar su distintivo como una ciudad productora de lozas de gran finura, debido a las particularidades del territorio, donde la presencia de grandes bancos de arcilla, les permitió generar un alto número de formas, estilos y decoraciones que van desde los muy elaborados, hasta aquellos más sobrios, pero no por ello carentes de significado.
La cerámica monocroma y alisada también se encuentra documentada en el sitio de Cholula durante el periodo Posclásico (900-1521 d.C.). Las formas que comúnmente se asocian son: ollas, apaxtles o cuencos. De estos últimos, se han registrado piezas ápodas y trípodes, cuyos soportes van desde los cónicos sólidos a los figurativos, con un perfil zoomorfo.