Las cabezas que componen este conjunto muestran sofisticados arreglos en el cabello; originalmente fueron parte de figuras humanas completas. No se sabe si estas esculturas cerámicas sólidas de pequeño formato se quebrantaron de modo intencional por parte de la sociedad creadora, acaso como parte de un ritual o en acciones de desecho. Una posibilidad más es que, al igual que otras partes del cuerpo, como los brazos y las piernas, las cabezas se separaran del torso debido a que las articulaciones son secciones frágiles en los objetos tridimensionales exentos, especialmente en este tipo de arte en barro; tal segmentación pudo ocurrir durante la vigencia centenaria de la cultura Chupícuaro, a la que pertenecen, o en tiempos posteriores.
Pese a su estado fragmentado, sus rasgos estilísticos o sistema de formas permiten identificar su adscripción a dicha sociedad mesoamericana, cuyo nombre se tomó de una localidad ubicada en el valle de Acámbaro, en el sureste de Guanajuato; además de esta zona, la distribución de la cultura Chupícuaro abarca, en la misma entidad, la cuenca del lago de Cuitzeo; en Michoacán el valle de Morelia, y en Querétaro las llanuras en la porción meridional del estado.
Los ojos oblicuos y la abundante sobreposición de pequeñas porciones de la pasta del barro para definir la figura, llamada técnica del pastillaje, son característicos del estilo llamado “slant eyes” u “ojos rasgados” por Muriel Noe Porter, quien realizó indagaciones arqueológicas en la década de 1940 en el antiguo asentamiento de Chupícuaro. Es relevante notar que dicho detalle figurativo se concentra en la parte frontal de las piezas, pue la posterior suele ser plana y llana.
El estilo es conocido también como Hiv en relación con una tipología desarrollada por George Vaillant en la década de 1930, concerniente a pequeñas esculturas cerámicas localizadas en varios sitios del Altiplano central de México y fabricadas durante el Preclásico. Vaillant señaló que el tipo Hiv fue común durante la fase tardía del Preclásico en Ticomán y Cuicuilco y su presencia se extendía a San Juan del Río, Querétaro, entre otras zonas, en conexión con las figuras elaboradas en Chupícuaro.
Como puede verse en otras obras del estilo “ojos rasgados” chupicuareñas que integran la colección de arte mesoamericano custodiada por el Museo Amparo, por ejemplo las de los registros 172 y 813, la cabeza protagoniza la composición visual de estas imágenes, que predominantemente representan mujeres. Su gran cabeza, en relación con la altura total de las piezas, sugiere la modelación del cráneo en la variante tabular erecta y en algunos casos, como en la tercera, la modalidad tabular oblicua, pues se ve reclinado.
La cabeza además se ostenta con peinados altos y enjoyados, que dejan descubiertas las orejeras circulares que también lucen. La ornamentación de la cabeza conforma un sobresaliente repertorio por su diversidad y sofisticación, de modo que otorgan individualidad a las figuras humanas, si bien, en contraste con los rasgos faciales simples y estandarizados, tal como se aprecia en las cabezas del conjunto.
En ellas, el cabello de la primera y la tercera tienen trenzas, la primera en forma de abultados chongos, mientras que en la tercera se sugiere que dan varias vueltas alrededor de la cabeza. La segunda y la séptima tienen el recurrente peinado con separación central. Mientras que, la cuarta, quinta y sexta, sus peinados se enjoyaron con bandas y objetos circulares.
Otra cualidad que destacar en estas atractivas cabezas, es que en la primera se rompe con la tradicional simetría vertical del arte escultórico chupicuareño, de manera que el chongo se inclina.
No sobra mencionar que los afanosos y creativos peinados y tocados de estas imágenes escultóricas testimonian su importancia polisémica y multifuncional; belleza, identidad, jerarquía, religiosidad, ritual y poder acaso se imbricaron en su creación y desempeño.