La cabellera, su peinado y ornamentación con elementos añadidos, suelen ser un atributo fundamental de la identidad y condición de las personas. En el México antiguo, la cultura Tlatilco es una de las que privilegió la representación artística de entidades femeninas con atractivos arreglos en el cabello, del cual, se hallan importantes significaciones en la cosmovisión mesoamericana.
La cultura Tlatilco se ubica en la fase media del periodo llamado Preclásico; sus asentamientos se distribuyen en territorios de los sectores oeste y sur de la cuenca lacustre de Texcoco, Xochimilco y Chalco, en sitios actualmente ubicados en el Estado de México y Morelos. Entre los del Estado de México, está lo que fue la aldea de Tlatilco, de la que deriva la denominación de esta sociedad.
Este conjunto consiste en cuatro obras que exhiben la modalidad estilística llamada D1. Esta se caracteriza por el formato pequeño de las imágenes humanas, usualmente en posición erguida, aproximadamente de entre 7 y 13 cm de altura; la estructura es sólida, las piernas cónicas y la figuración de detalles se concentra en la parte frontal. Las mujeres, que prevalecen en su iconografía, tienen anchas caderas y muslos, así como diversos peinados y tocados.
El tamaño grande de la cabeza reafirma su protagonismo en el mensaje que deseaba comunicar este arte, pues se advierte un sistema de proporciones en el que la altura total de cada figura humana es de 3 o 3.5 cabezas. La forma alargada y el aplanamiento posterior sugieren un tipo de alteración corpórea permanente realizada durante la primera infancia, que los análisis de antropología física identifican como una práctica recurrente en la sociedad tlatilquense: la modificación craneana en la variante llamada tabular erecta.
En nuestro conjunto de pequeñas obras resulta notable la maestría y sensibilidad con la que las o los artistas diversificaron las cabelleras, de modo que cada una de las cuatro mujeres ostenta individualidad. El cabello fue delicadamente elaborado mediante la combinación de las técnicas de modelado, pastillaje, incisión y pintura. Los peinados consisten en trenzas colocadas a manera de diadema, o mechones en espiral que cuelgan a los lados de la cabeza y llegan hasta los hombros o se prolongan y cubren los senos desnudos; también sobre el torso frontal se ven guedejas lacias que incluso rebasan la cintura. Sobresalen los mechones elevados que cubren la cima de la cabeza y cuelgan como un fleco sobre la frente; algunas añaden en su tocado una banda horizontal lisa o con aplicaciones circulares, al modo de joyería. Con intenciones naturalistas, el pelo puede verse liso o con finas incisiones rectas, alineadas verticalmente o con cierta movilidad.
En el plano de la interpretación, es posible que sea un atributo del poder vital de las mujeres tlatilquenses. Con base en las concepciones de los nahuas que habitaron el Centro de México hacia el final de la etapa prehispánica y durante el periodo colonial, el renombrado historiador Alfredo López Austin analizó la íntima relación del cabello con el tonalli; es oportuno mencionar aquí algunos de sus argumentos, considerando la cosmovisión cocreada a lo largo de los siglos por los diversos pueblos que conformaron Mesoamérica.
En su libro Cuerpo humano e ideología, López Austin conceptualiza el tonalli como una entidad formadora del ser humano que le proporcionaba características individuales, las cuales podían ser temporales. Se alojaba principalmente en la cabeza, con su cabello, y de este sobre todo se asociaba con el de la coronilla. Ello nos hace reparar nuevamente en los destacados mechones en la parte superior central de las cabezas de las mujeres del conjunto estudiado.
El cabello, sostiene López Austin, era considerado un recipiente de fuerza, que formaba una capa protectora en la cabeza e impedía que se saliera la energía del tonalli. Las personas que cumplían funciones con enorme exigencia, como las del ámbito del sacerdocio y el comercio trashumante, no podían cortarse ni lavarse el cabello, pues de lo contrario perderían su vigor. Destaca también voluntad o las exigencias del mismo cabello, que podían manifestarse enredándose al ser peinado, y para satisfacerlo había que cubrir la cabeza con una pasta frutal.
Aunado a los estereotipos de lo femenino y la belleza, conjeturo que en este arte escultórico de la cultura tlatilquense deben atenderse sus funciones y simbolismos, los cuales, según lo anotado, pudieran ligarse con la energía vital de las mujeres en distintos órdenes; en esta trama de ideas, su larga cabellera, en elaborados arreglos, manifiesta el autocontrol de su poder.