La agrupación, para esta catalogación, de estas dos obras nos da la pauta para hablar del notable carácter singular de cada imagen humana, así como de las convenciones y posibles ideas sobre el cuerpo en el arte tlatilquense. Los portadores de la cultura Tlatilco habitaron territorios al poniente y sur de la gran cuenca lacustre central de México durante la fase media del periodo Preclásico de la historia de Mesoamérica.
Ambas obras han sido restauradas, en la 320 se adhirió la cabeza y una pierna y en la 162 se pegó la cabeza, acaso alargando el cuello, y se completaron las manos y un pie. Tienen algunos atributos del tipo o estilo escultórico cerámico D2, como la cintura menos estrecha –en comparación con el famoso estilo D1-, los senos sin pezones y las piernas tubulares con los pies insinuados; el engobe rojo que presentan las inscribe en una variante reconocida del tipo D2.
En la del registro 320 son esquemáticos dedos separados los que esbozan los pies de la figura; el afán por representar en ella detalles anatómicos continúa en la punción para marcar las pupilas y los orificios nasales, la boca entreabierta con labios resaltados y en las sugerentes sinuosidades que señalan la musculatura de brazos, piernas y nalgas; éstas, además están separadas por una línea incisa y su volumen se distingue del de las piernas; las articulaciones de axilas, codos y rodillas se indican mediante incisiones o mínimos hundimientos en el cuerpo modelado. La atención en la vista posterior se advierte igualmente en el diseño pentalobulado excavado en el ajustado tocado que cubre su cabeza.
La técnica del modelado -en la que manualmente, sin moldes, y con mayor o menor destreza y sensibilidad por parte del artista, se va formando la obra- y, en especial, una decidida intencionalidad creativa para particularizar los atributos de cada imagen, propiciaron que el arte tlatilquense plasmara una enorme variedad de rasgos identitarios de miembros o de personajes con funciones y simbolismos relevantes en su sociedad.
Principalmente se trata de mujeres esbeltas o con cierta robustez, desnudas o con faldas o paños que cubren sus genitales, y en las que la cabellera y los tocados son delicadamente figurados. Las dos mujeres en las que detenemos nuestra mirada parecen jóvenes, firmemente erguidas en sus fuertes piernas, con los brazos separados del torso y adornadas con orejeras discoidales. En la manufactura de la mujer con el registro 162 destaca el cuidado en el cabello corto peinado con división a la mitad, así como la mandíbula pronunciada. En las dos, las cejas se ven como un fino resalte lineal que atraviesa toda la frente y enmarca la mirada y los otros órganos sensibles y de comunicación del rostro, el cual expresa vitalidad junto con la tridimensional anatomía y posición corpórea de las imágenes.
También resalta en ambas la figuración del ombligo calado. Acerca de la zona umbilical, autores como Alfredo López Austin han destacado que es la parte central del cuerpo, análoga al centro del nivel terrestre, de acuerdo con la cosmovisión de las sociedades mesoamericanas.
Este centro lleva implícito un modo de vida sedentario y la idea de que el Sol delimita, ordena y geometriza el horizonte terrenal. Ello se debe a que desde un lugar fijo en el territorio, que constituye el centro, puede captarse el tránsito anual aparente del Sol, cuyos solsticios de invierno y verano dan lugar a otros cuatros puntos -para cada caso la salida y puesta del Sol en esas fechas- colocados de modo equidistante al central en una superficie cuadrada o circular. Este diseño, llamado quincunce, representa un concepto sobre el espacio terrestre. En tal orden de ideas, si el ombligo es el centro, las extremidades, brazos y piernas del cuerpo humano, remiten a esos otros cuatro puntos que configuran el estrato medio del cosmos.