Mientras que en la representación plástica tlatilquense es usual la figuración humana con cabeza grande y brazos cortos, en las dos obras en posición erguida que analizamos resulta llamativo que las piernas sean tan cortas, de modo que remiten al enanismo. El ensanchamiento frontal de la cabeza redondeada de una de las esculturas acaso sea síntoma de hidrocefalia. No obstante, se carece de elementos suficientes para afirmar que sean representaciones con patologías.
Tienen atributos del tipo o estilo D3 de la escultura cerámica de la cultura Tlatilco, cuyo territorio abarcó los actuales estados de México y Morelos, en las zonas al occidente y sur de la antigua cuenca lacustre del Altiplano Central de México, durante la fase media del periodo Preclásico de la historia de Mesoamérica.
De los rasgos del estilo D3, enlistados por Jean Pierre Laporte, presentan la estructura hueca, el tocado con forma de casquete ajustado, los ojos y la boca con perforaciones, la nariz triangular y sin fosas, los senos pequeños sin pezones, el torso cilíndrico, el ombligo calado, la ausencia o simplificación de manos y pies y la superficie con restos de engobe rojo y pulida.
Las caderas anchas, que también comparten, permiten identificarlas como mujeres más bien maduras; además se ornamentan con orejeras circulares. Este arte se distingue por la abundancia y también el predominio de la figuración femenina; por tratarse de obras cerámicas hechas a partir del modelado, cada imagen es única; la creación individualizada se enfatizaba con distintos peinados, tocados y corporeidades que aluden a mujeres jóvenes y maduras, algunas con abdomen pregnante, sean esbeltas o robustas.
De esta iconografía femenina se desprende información sobre una sociedad en la que la mujer o lo femenino debieron cumplir, a mi modo de ver, importantes roles que rebasaban la fertilidad biológica, en los órdenes políticos, económicos, rituales y religiosos.
En el análisis biológico de una muestra de 474 individuos humanos recuperados en sepulturas dentro de zonas habitadas a lo largo de unos cuatrocientos años en el antiguo sitio de Tlatilco (durante cuatro temporadas de excavaciones que se realizaron de 1942 a 1969), las antropólogas físicas María Elena Salas Cuesta y Patricia Olga Hernández Espinoza determinaron que de los 380 adultos –con edad a partir de 15 años-, la mayoría, 217, son femeninos. De ello se conjetura un índice de mortalidad mayor que el de los hombres, sino que su importancia familiar y social las hacía merecedoras de cultos funerarios.
Salas y Hernández plantean que en esa época existía una elevada mortandad infantil y la esperanza promedio de vida para ambos sexos era de 26.3 años. En relación con las dos imágenes de posibles mujeres maduras a las que dirigimos nuestra atención, cabe mencionar que, en el rango de quienes tenían 35 años o más, las mujeres evidenciaron mayor longevidad. Para ponderar este dato, importa notar que no se advirtió una marcada división sexual del trabajo, es decir, que mujeres y hombres solían llevar a cabo actividades con el semejante compromiso físico o que requería mantener el cuerpo por largo tiempo en la misma posición.
Un detalle más a recalcar en la mujer con la cabeza o el casquete de mayor tamaño, es que a los lados de éste sobresalen dos aplicaciones ovaladas; en la que se mira a la izquierda hay un depósito de intenso y vibrante color rojo; la parte posterior de la cabeza igualmente tiene esta coloración. Seguramente se trata de hematita, un abundante óxido de hierro que tenía entre sus cualidades la durabilidad.