La representación de la figura humana en la tradición cultural y religiosa del mundo mesoamericano ha evidenciado históricamente una concepción del mundo y el cosmos que toma en cuenta la materialidad del cuerpo como un medio de explicación cultural y expresión artística. La agricultura, la fertilidad de la tierra, los cambios en los ciclos temporales y las estaciones del año se explican en muchos sentidos a través de los cambios en las distintas etapas de la vida del ser humano. Cuerpo humano y naturaleza van de la mano.
La pieza en cuestión es una figurilla antropomorfa. El personaje se encuentra desnudo (se trata de una mujer porque se observan la representación de senos) y en posición erguida, con los brazos extendidos hacia sus costados y carece de dedos. Su complexión es delgada y no muestra deformaciones físicas asociadas a algún tipo de malformidad aparente. Presenta en su cabeza un tocado a manera de turbante, compuesto de bandas cruzadas colocadas mediante la técnica de pastillaje. Sus ojos están abiertos, pues se pueden apreciar en ellos los glóbulos oculares además de su boca con labios gruesos. Muestra también el uso de orejeras en sus lóbulos, así como un collar de elementos circulares sobre su cuello y, además, utiliza rodilleras geométricas en sus piernas.
Este tipo de piezas han aparecido en una multiplicidad de contextos arqueológicos y su utilización. representaciones y manufactura se han asociado a diversos ámbitos sociales: objetos mágico religiosos, de la fertilidad, ritos de nacimiento, cuestiones agrícolas, gente común, reminiscencias a los ancestros, elementos de organización sociopolítica y demás.
El tipo de pasta o arcilla con que fue elaborada esta figurilla es de color bayo rojizo o rojizo bermejo y corresponde a lo que se ha descrito como la tradición cerámica El Arbolillo, denominada así por el sitio arqueológico del mismo nombre ubicado en la región de la Cuenca de México. El Arbolillo corresponde al periodo Preclásico mesoamericano (1400 a.C-200 d.C)
Dicho asentamiento humano es contemporáneo de otros de la zona como Tlatilco y Zacatenco, además de que comparte el mismo contexto geográfico y cultural. Ese conjunto de asentamientos como El Arbolillo, dentro de los que incluye Zacatenco, Tlatilco y Cuicuilco evidencia en su dispersión y aumento paulatino de población el fortalecimiento y proliferación de asentamientos urbanos, fenómeno cultural propio del preclásico medio (1200-400 a.C).
La plástica mesoamericana y la manera en que se representa a la mujer en figurillas nos remite muchas veces al aspecto agrícola, de renovación de los ciclos de la tierra. Estos artefactos suelen asociarse a contextos agrícolas, donde la tierra y la reproducción humana van de la mano y se explican cada una de ellas de manera complementaria. La mujer como metáfora de la renovación y reproducción de la tierra es un mecanismo que los antiguos pobladores de Mesoamérica utilizaron para entender su ser en el mundo.
La evidencia de todas esas transformaciones a nivel social y cultural en el centro del actual territorio mexicano se evidencia en la elaboración de ese tipo de figurillas antropomorfas y en el largo desarrollo histórico que seguirá esta tradición, pues se han encontrado este tipo de obras de arte en toda Mesoamérica y a lo largo de prácticamente toda su historia.