Estamos frente a una vasija trípode de paredes curvo divergentes, borde redondeado y boca circular. La base es convexa, mientras que sus soportes de forma piramidal son huecos con pequeños orificios circulares, uno con seis y los dos restantes con tres cada uno. Debido a la regularidad de los agujeros, es posible considerar que estos se hayan realizado previo a la cocción con algún tipo de popotillo.
Debido a la erosión a la que estuvo expuesta la pieza, es posible advertir la arcilla de color café amarillento, sobre el cual se colocó un engobe con el que se pulió firmemente y posteriormente, se colocó una capa de pintura anaranjada rojizo, obtenida por la combinación de pigmentos minerales.
Uno de los elementos más notables del cajete son sus soportes, artefactos cuya función se vincula con la sonoridad, más específicamente con la de una sonaja, ya que al ser huecos y con orificios, estos podrían contener fragmentos cerámicos u otros elementos que le dieran esta característica. Cabe señalar que la presencia de estos instrumentos no es un hecho aislado en el mundo mesoamericano, y acentúa la importancia que sus habitantes le daban a ese aspecto, pues recordemos que en algunos mitos de origen, el espacio silencioso era contrario al cosmos habitado por la humanidad, por lo que la inexistencia del sonido supondría una amenaza.
Dentro del contexto arqueológico y contemporáneas a la pieza, existe un buen número de ejemplos que complementan lo anterior, recordemos las esculturas antropomorfas de Tlatilco, en la cuenca de México denominadas como “figurillas con pantalones” o en zonas como la Costa del Golfo, donde igualmente se han documentado para la cultura Remojadas.
Un aspecto muy llamativo del cajete trípode es su forma, la cual no parece tener un origen en el Altiplano Central, sino de la región Occidente. Durante la última fase del Preclásico, tradiciones alfareras como Chupícuaro en el actual Guanajuato, tuvieron gran difusión y aceptación en sitios como Tlapacoya, Cuicuilco y diferentes puntos del valle Puebla-Tlaxcala.
De esta última zona, se reconoce un incremento poblacional significativo, resultado de la incorporación de sistemas agrícolas como el terraceado, la canalización y la construcción de represas, lo que generó un excedente de productos y por tanto, la consolidación de los asentamientos, así como la búsqueda de relaciones comerciales con otras regiones en las que es posible enlistar a la ya citada área del Bajío.
Este cajete es una muestra del interés práctico y utilitario que los habitantes del México antiguo, tuvieron por sus objetos, pues se valoraban aspectos como el arte, el sonido y las percepciones sensoriales de esos mismos artefactos, que indudablemente formaban parte de la cotidianidad mesoamericana.