Probablemente el visitante se preguntará sobre el propósito de esta vasta colección de figurillas cerámicas provenientes de la Huasteca, sobre semejante despliegue de ellas. Si ha llegado a este punto del recorrido sin hallar respuestas a este respecto, quizá es el momento de prestar atención en los detalles de los rostros y en las particularidades de su construcción plástica. Si hay algo que llama la atención de esta enorme cantidad de figuras de barro son ciertamente sus muchas semejanzas formales. A decir verdad, es algo que podría causar sorpresa pero en realidad se encuentran directamente relacionadas con la adquisición de lotes completos de tan singulares piezas.
Después de observarlas con todo cuidado sólo puede concluirse que una parte importante de ellas fue comprada a la misma persona quien las halló en los mismos yacimientos de la cuenca baja del río Pánuco y que excavó hasta verdaderamente agotarlos. Me queda claro que esta práctica generó un grado importante de destrucción en los varios sitios que intervino pero si miramos con atención podremos percatarnos que una proporción importante de estas piezas debe venir de lugares próximos a la ciudad de Tampico.
Se trata de figurillas hechas a lo largo de mucho tiempo, mismas que son absolutamente consistentes con un mismo modelo alfarero y que se van transformando sin alejarse de la propia tradición cultural. Quién haya sido quien las arrebató de sus yacimientos de origen, encontraba las más tardías en las capas superiores de su improvisada excavación, encontrando las de mayor antigüedad en los estratos más profundos. Ciertamente hay cambios en todas ellas, pero es evidente que una cantidad significativa de estas figurillas comparten el mismo barro y las mismas maneras de modelar los rostros.
Por supuesto no todas las piezas cumplen con este supuesto, hay algunas otras elaboradas con arcillas muy diferentes y cocidas en hornos que generaban mayor calor, pero esto no quita que podamos trazar en el futuro la historia de la alfarería huasteca del norte de Veracruz a partir de esta sorprendente colección.
Nuestra figurilla es nuevamente una mujer, ahora en posición sedente pero vestida con una falda corta –poco común- profusamente decorada con incisiones y provista de una amplia faja resuelta con un cordoncillo de barro. Lleva el cabello arreglado hacia arriba y una diadema que lo sujeta a la cabeza. Destacan el collar compuesto por dos hiladas y varios brazaletes.
Probablemente el visitante se preguntará sobre el propósito de esta vasta colección de figurillas cerámicas provenientes de la Huasteca, sobre semejante despliegue de ellas. Si ha llegado a este punto del recorrido sin hallar respuestas a este respecto, quizá es el momento de prestar atención en los detalles de los rostros y en las particularidades de su construcción plástica. Si hay algo que llama la atención de esta enorme cantidad de figuras de barro son ciertamente sus muchas semejanzas formales. A decir verdad, es algo que podría causar sorpresa pero en realidad se encuentran directamente relacionadas con la adquisición de lotes completos de tan singulares piezas.