Consideramos que esta pieza debe examinarse y discutirse tomando en cuenta también las piezas 52 22 MA FA 57PJ 824 y la 52 22 MA FA 57 PJ 822. Incluso es posible que al menos una de estas mujeres (52 22 MA FA 57PJ 823 ó 52 22 MA FA 57PJ 824) formara pareja con el Personaje de pie, cargando a otro con un mecapal (52 22 MA FA 57PJ 822); de tal suerte que formarían una familia.
La afinidad de todas estas piezas con las figurillas macizas de Chupícuaro es muy notable, a tal punto que en un primer momento parecen corresponder a un mismo grupo. Sin embargo, en cuanto se observan con detenimiento se advierten diferencias importantes: el diseño de las piernas (mucho más abiertas, con mayor distancia entre ellas, las de nuestras figuras del Bajío); la forma de la cabeza y de la cara, y otros más. Las piezas macizas de Chupícuaro son más pequeñas que las tres piezas de las que ahora nos ocupamos. Sin embargo el diseño general, la forma de agregar cintas y adornos, los colores, la adición del negro, son elementos comunes.
Las dos figuras femeninas que aquí comentamos y la figura masculina proceden de la misma zona y seguramente del mismo sitio, pero no podemos precisar con certeza cuál es. Se ha considerado lo mismo Queréndaro que Tepeji del Río. Esta última ubicación nos parece demasiado meridional para el estilo. De lo que sí tenemos certeza es de que se trata de obras de la tradición desarrollada en el Bajío por influencia de lo que conocemos como cultura Chupícuaro.
Como sucede con las figuras femeninas macizas de Chupícuaro, en esta pieza del Bajío los senos están situados, de modo un tanto inverosímil, entre el hombro y la axila; posiblemente para dejar espacio para la representación de cintas y medallones. Tiene un notable abultamiento en la parte baja del vientre, cosa que también apreciamos en Chupícuaro. No se trata, al parecer, de representaciones de embarazo, sino más bien alusiones a un cuerpo que ya ha dado a luz. De hecho, la mujer carga un niño y lo amamanta.
Llama la atención el modo en que el relieve sobresaliente que muestra la figura en su parte frontal, logrado con el pastillaje y algunas incisiones, por ejemplo en los ojos, desaparece por completo en la espalda, que es lisa. Es una figura de una sola cara, sumamente delgada cuando se le mira de perfil, y sin representación alguna en la espalda.
Tiene la apariencia porosa, áspera del barro: no parece haber recibido engobes, y así podemos apreciar el color del barro en todas aquellas partes que no tuvieron o han perdido la pintura, y desde luego en la espalda. Las aplicaciones de pintura roja y blanca se utilizan para los medallones, orejeras, diademas y ojos. Un negro, con apariencia de chapopote, fue usado para producir un efecto de pintura corporal, y también para obscurecer los rostros.