La escultura exhibe un individuo ostentosamente ataviado y ornamentado, sin duda, de estatus elevado, en lo cual también participa la posición sedente que exhibe, acorde con los cánones del arte de la cultura de las tumbas de tiro. Es una pieza muy representativa del estilo de la zona de Ixtlán del Río, en el sur de Nayarit, entre cuyas características destacan el uso extensivo del pastillaje, es decir, la adhesión de pequeños segmentos de la pasta de barro para formar detalles como el tocado, las orejeras y la nariguera; la policromía –en este caso se conservan restos de pintura negra, blanca, ocre y naranja sobre un engobe rojo— para figurar elementos faciales y corporales, como las pupilas y uñas, la indumentaria y, asimismo, pintura corporal; y los rasgos caricaturescos, que en particular se notan en la nariz aguileña prominente y con el tabique marcado.
La altura corta de la nariz permitió al artista mostrar con claridad un elemento principal de la imagen, la nariguera, compuesta por seis argollas que atraviesan el septum más otro aro transversal. Cabe inferir que esta ornamentación tiene implícito un reiterado ritual de autosacrificio en cuanto a la perforación nasal y tal vez sea una de las razones por las que se enfatiza en la imagen, dado que este tipo de nariguera es recurrente en varios de los estilos zonales de la cerámica de la cultura de las tumbas de tiro, pero no es común que se vean tantas argollas.
El pastillaje también se empleó en las enormes orejeras integradas por numerosas argollas en torno a una pieza tubular que penetra el lóbulo; es probable que los ornamentos de la nariz y las orejas figuren piezas de concha. El segundo atributo más destacado del personaje es el objeto semicircular con mango que levanta a la altura del rostro e interpreto como un abanico y, según lo detecto, es exclusivo de las figuras masculinas. Son sumamente interesantes los diseños en color negro en el rostro y torso a la manera de tatuajes o pintura efímera; si fuera lo primero, conllevaría también el sacrificio corporal de quien los ostenta. La pérdida pictórica hace que se confundan con las manchas negras dispersas en buena parte de la superficie de la escultura y constituyen depósitos de manganeso, esto es, una acumulación mineral que de manera circunstancial se produjo en el espacio subterráneo del cual procede, una tumba de tiro y cámara.
En la parte frontal del torso se pintó en diagonal una franja ancha en zigzag y otra triangular parece encerrar uno de los pectorales. Debajo de los ojos se ven círculos y en las mejillas bandas anchas y curvas que rodean la boca, se extienden a la barbilla y suben hasta el labio inferior. Alrededor de la boca hay líneas dentadas; éstas y la composición general remite a los diseños faciales que los wixaritari o huicholes se plasman en ciertas ocasiones rituales y de lo cual existe registro desde fines del siglo XIX; la comparación no resulta arbitraria, puesto que varios indicios permiten señalar que este pueblo indígena actual es heredero de la antigua cultura de las tumbas de tiro.
La indumentaria en las esculturas creadas por este pueblo resulta peculiar en el marco de Mesoamérica; una de las prendas singulares es el calzón que usa nuestro personaje, sobresale en relieve y presenta una extensión sobrepuesta que aparenta un material grueso y rígido como el cuero y puede identificarse como un protector fálico. Otra prenda singular es la capa cuadrangular que cubre un brazo y parte del torso, sostenida en sus dos extremos superiores por una banda en relieve pintada en ocre y negro que rodea el cuello, dicha capa está pintada en un esquema cuadriculado, lo cual es otro rasgo típico del estilo Ixtlán del Río; alternan espirales simples rectangulares y dos triángulos o un cuadrado dividido en dos por una diagonal. El calzón no fue decorado con motivos pintados, lo cual indica que representa una prenda hecha de un material distinto al de la capa, que remite a un textil flexible y delgado.
Otra escultura del estilo Ixtlán del Río en la colección del Museo Amparo exhibe una capa lateral y puesto que conserva la policromía en mejor estado permite apreciar el tipo de motivos decorativos. Representa una mujer y guarda notables semejanzas con el personaje que nos ocupa: además de la capa, el tocado de banda con otra banda más angosta enrollada, la nariguera y las orejeras idénticas a las descritas y la gargantilla de forma de curva; la altura de ambas piezas también es la misma y es casi seguro que fueron realizadas por el mismo artista; también que tienen su origen en la misma tumba de tiro y cámara. Es oportuno pensar que fueron realizadas de manera conjunta y se depositaron juntas en la sepultura, como ofrenda a una pareja de difuntos; las esculturas materializarían de modo permanente su vitalidad, elevado estatus y unión conyugal.
La escultura exhibe un individuo ostentosamente ataviado y ornamentado, sin duda, de estatus elevado, en lo cual también participa la posición sedente que exhibe, acorde con los cánones del arte de la cultura de las tumbas de tiro. Es una pieza muy representativa del estilo de la zona de Ixtlán del Río, en el sur de Nayarit, entre cuyas características destacan el uso extensivo del pastillaje, es decir, la adhesión de pequeños segmentos de la pasta de barro para formar detalles como el tocado, las orejeras y la nariguera; la policromía –en este caso se conservan restos de pintura negra, blanca, ocre y naranja sobre un engobe rojo— para figurar elementos faciales y corporales, como las pupilas y uñas, la indumentaria y, asimismo, pintura corporal; y los rasgos caricaturescos, que en particular se notan en la nariz aguileña prominente y con el tabique marcado.