El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Cuenco pulido con decoración  | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Cuenco pulido con decoración

Región Altiplano Central
Período Clásico tardío
Período 9 Clásico tardío
Año 650-900 d.C.
Técnica

Modelado, pulido a palillos con pintura roja

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 281
Investigador

Los cuencos son una de las formas cerámicas con mayor continuidad dentro de la producción alfarera en México. Durante el periodo mesoamericano, su presencia se puede documentar desde el Preclásico Temprano (2500-1200 a.C.), hasta el arribo ibérico en el siglo XVI.

El modelo del cual se desprende su hechura se encuentra en el fruto de la planta lagenaria siceraria, es decir, el arbusto del que surge la calabaza. Tras ser secada, la cucurbitácea es utilizada como recipiente o contenedor y a partir de la altura del corte, su forma puede considerar de un cuenco a un tecomate.

Si partimos de que la base es el punto de referencia diríamos que entre más proximal a éste, la forma que se crearía es un cuenco; caso contrario al tecomate, cuya incisión sería más distal del fondo del también llamado guaje.

El conjunto de piezas que observamos exhibe una base plana, de la que se extienden sus paredes curvo convergente, evidenciando una figura semiesférica que es coronada por un borde redondeado. Tanto al interior como al exterior cuenta con engobe del mismo tono del barro, el cual tiene pulimiento a partir de palillos gruesos, por lo que el mate se antepone a los destellos propios del acabado de superficie.

Los tres cuencos poseen pintura, colocada precocción, de tono rojo obtenido de la hematita. La decoración se encuentra en el borde y al interior. En el segundo caso, podemos observar cómo los alfareros llevaron a cabo un trazo firme, continuo y grueso, con una herramienta de cabeza circular hecho a mano alzada en un solo movimiento.

Las líneas curvas proyectan una forma ondulante a manera de “S”. Dicho signo, se ha vinculado con el xonecuilli, elemento iconográfico con diferentes significados en el devenir histórico de Mesoamérica. Recordemos, por ejemplo, que durante el Preclásico Medio (1,200-400 a.C.), su representación se asocia a un emblema de poder (trono), visible en el monumento 1 de Chalcatzingo, Morelos, también llamado “El Rey”, ser mítico proveedor de las nubes y la lluvia.

Para el Clásico (200-900 d.C.), su relación con el agua continúa, ya sea como una evocación de las nubes o como alegoría de los rayos que portan las entidades acuáticas. Por su parte, hacia el Posclásico Tardío (1,200-1,521 d.C.) su concepción sigue la línea del supramundo, aunque en este caso se suma la idea de constelación, atributo que veremos, por ejemplo, en el remate curvo que acompaña a la Xiuhcóatl, o adaptada como arma-cetro de dioses nahuas como Mixcóatl.

Asimismo, en algunas crónicas del siglo XVI, el concepto xonecuilli se asocia con una tortilla de lados curvos a manera de “S”, cuya elaboración se vincula con las festividades de las veintenas, es decir, eran parte de los alimentos ofrendados a las entidades conmemoradas.

Si bien resulta complejo establecer una propuesta entorno al significado preciso de las decoraciones, con base en los párrafos anteriores, podríamos relacionarlo con dos ejes. Primeramente, como símbolos de orden acuático, propiciadores de la lluvia y; en el segundo caso, alusiones de alimento divino, agentes que proveen con el fin de obtener una retribución.

Finalmente, y no por ello menos importante, destacamos la presencia de una perforación al centro de la pieza 281. La realización de ésta no es fortuita y dentro del imaginario mesoamericano, su aparición manifiesta la acción de quitarle su funcionalidad, ya sea práctica o simbólica, al cuenco. Muchas veces las vasijas son registradas en contextos funerarios o de ofrenda, con el fin de que su depósito sea perpetuo y no vuelvan a ser utilizadas.

Los cuencos son una de las formas cerámicas con mayor continuidad dentro de la producción alfarera en México. Durante el periodo mesoamericano, su presencia se puede documentar desde el Preclásico Temprano (2500-1200 a.C.), hasta el arribo ibérico en el siglo XVI.

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico