Las maternidades constituyen un tema destacado en el repertorio iconográfico del arte escultórico de la cultura de tumbas de tiro; en la mayoría de sus modalidades estilísticas regionales se encuentran imágenes de mujeres que abrazan o están acompañadas de infantes, o que aparentan preñez. En ocasiones este estado puede llegar a confundirse ya que también se representaron mujeres obesas o robustas. Respecto a las que ostentan embarazo, el abultamiento abdominal es variado, a veces pareciera incluso que están a punto de parir y en otras la prominencia es leve y para su correcta interpretación resulta apropiado que se detecte en la parte baja abdominal e igualmente atender la posición corporal.
Esta pieza puede sumarse a los atributos de maternidad: sentada sobre las piernas, las cuales se doblan hacia atrás, y con las manos sobre el abdomen. La configuración de esta bella obra del estilo Lagunillas no deja lugar a dudas de su condición. En la cerámica de la cultura de tumbas de tiro se identifica un gran estilo con múltiples variantes que corresponden a determinadas zonas de procedencia, de las cuales deriva su denominación. San Pedro Lagunillas es un municipio del sur de Nayarit; las piezas de tal estilo provienen de los valles intermontanos del suroeste de Nayarit y del noroeste jalisciense, llegando hasta la costa; también en la Sierra Madre Occidental, en sitios a lo largo del cañón de Bolaños.
A su vez, las principales modalidades estilísticas constan de subvariantes; en las esculturas Lagunillas se han distinguido seis; esta figura corresponde a la “B”, identificada por Hasso von Winning y cuyo origen parece limitarse al sur nayarita. Entre las características del Lagunillas sobresale el predominio de las imágenes humanas, sólo se sabe de unas cuantas zoomorfas; son figuras huecas y sólidas, las primeras pueden medir desde unos pocos centímetros hasta rebasar los 70 cm de altura; las facciones son finas y las proporciones corporales guardan cierto apego a las naturales, excepto por las manos y los pies que son pequeños y sintetizados, y los brazos que se aprecian delgados. Se reconoce tanto en piezas con un engobe base de color crema u ocre claro, como en otras con el color rojo como base. Más que el color, lo que distingue a las subvariantes radica en el grado de realismo y en particular la forma de la cabeza.
Los rasgos que me permiten adscribir nuestra pieza en la subvariante estilística “B” son: la frente desvanecida o prácticamente inexistente; la clara distinción entre la superficie lisa del rostro y la rugosa del cabello, generada mediante numerosas incisiones lineales cruzadas; la línea del cabello que inicia arriba de la nariz y traza dos curvas arriba de los ojos; la cara ovalada, con los párpados resaltados y la nariz prominente; las orejas pequeñas y proyectadas a los lados; la abertura circular en la parte superior de la cabeza y la base cóncava o semiesférica del cuerpo, lo cual implica que la postura sedente con las piernas dobladas hacia atrás sólo está sugerida. Este último rasgo se distingue únicamente en las vistas laterales y posterior de la figura; resalta también la acentuada voluminosidad de la mitad inferior del cuerpo, tanto que remite a un recipiente con forma de olla o de botella con el cuerpo redondeado.
El rostro de la mujer pudiera calificarse como caricaturesco; su forma oval es más ancha en el sentido horizontal; la mayor parte lo constituyen los dos enormes círculos que encierran unos diminutos ojos entrecerrados; vista de frente la nariz es muy delgada, lleva como ornamento un aro, lo cual es típico en los estilos nayaritas; enseguida del aro, la boca se figuró como una línea delgada y corta que replica la curva del aro, como si sonriera. El perfil de la cabeza expone una notable deformación craneana; sin duda el retraimiento de la frente y el mentón, la nariz sobresaliente y la “sonrisa” recuerdan a las piezas del estilo Tala-Tonalá del centro jalisciense.
Destaca la pintura corporal geométrica y simbólica de la pieza, es probable que en una primera entrada al horno quedara fijo el rojo de la base, y en una segunda se aplicara la pintura negra en diseños plasmados al positivo y en falso negativo. La pintura blanca se aplicó pos-cocción; en especial sobresale en la nariguera, pues señala que se representó un aro de concha. La parte media de la mujer muestra una banda ancha que cubre justamente el vientre en gestación; aquí se repite cuatro veces un diseño de quincunce compuesto por dos pares de líneas blancas cruzadas sobre cinco círculos en blanco sobre rojo en una superficie rectangular negra; tanto las líneas como los círculos configuran el concepto mesoamericano de las cinco regiones del universo: el centro y los cuatro rumbos cardinales.
Además de constituir una imagen de la superficie de la tierra de acuerdo con el orden geométrico establecido por los dioses, simbolizan el lugar de origen, el espacio primordial del devenir de los humanos y en ello reconozco una profunda consonancia con la imagen de la maternidad. Cuatro diseños circulares y concéntricos separan a los quincunciales y enfatizan la idea del centro germinal, que en este caso es la misma figura femenina, ella ocupa la posición central de la composición. Aunado a lo anterior, los círculos concéntricos replican el esquema en planta de los complejos arquitectónicos denominados guachimontones, propios del ámbito ceremonial de esta cultura.