En el arte de la cultura de tumbas de tiro existen testimonios escultóricos de que piezas similares esta pudieron ser usadas por individuos de alta jerarquía para recargar la espalda y cabeza mientras estaban sentados; con base en su función, considero oportuno denominarlos respaldos, en lugar de reclinatorios. Los reales tendrían, desde luego, un tamaño mayor, sin embargo no se conoce ninguno; cabe la probabilidad de que fuesen hechos en materiales perecederos, como madera, y que por hallarse en contextos de superficie hayan desaparecido.
Los representados en cerámica en pequeño formato con toda seguridad provienen de recintos funerarios; al parecer, únicamente se figuraron en el estilo regional Comala, de ahí que presenten elementos de recipiente, es decir, la construcción hueca y una abertura cilíndrica. La parte frontal de los respaldos es siempre aplanada e inclinada hacia atrás; el contorno más frecuente tiene forma de ave, con la cabeza de perfil y el cuerpo, las alas y la cola de frente.
Nuestra pieza exhibe un tipo de ave constante en estas piezas: la cabeza y el cuerpo son circulares, el pico cónico de tamaño medio, tiene cresta y una especie de bolsa gular, las alas son cuadrangulares con la base más ancha y la cola trapezoidal. En el cuerpo hay vestigios de motivos pintados al negativo con pintura fugitiva: se trata de dieciséis cabezas en cinco líneas horizontales; sus formas son muy esquemáticas, se reducen a círculos con dos pequeños círculos en su interior a manera de ojos y una línea horizontal como boca. A mi juicio, pudieran interpretarse como cabezas decapitadas. El conjunto de cabezas está a su vez delimitado por un semicírculo, debajo de éste hay dos franjas con motivos abstractos casi imperceptibles. Estos diseños están pintados en guinda sobre rojo, el cual sólo cubre el frente del cuerpo y de la cola, ya que el resto de la escultura presenta un engobe café con cierta tonalidad rojiza.
Corroboramos así una cualidad del estilo Comala: la apariencia de monocromía en piezas que en efecto son polícromas, la paleta se reduce a pigmentos rojizos, con la salvedad de que pueden presentar algunas secciones en blanco y negro. La parte posterior de los respaldos también resulta interesante porque continúan los elementos figurativos. En contraste con el aplanamiento frontal, los volúmenes son más redondeados, se suceden formas convexas y cóncavas y algunas con ángulos rectos. En este lado se proyecta una vertedera, quizá no funcional y a veces no visible desde el frente. Por hallarse a la altura de la cabeza, pareciera que el ave misma está apoyada sobre ella y el resto de la figura dorsal, de modo que se replica la posición de quienes a su vez usaron los respaldos.
En los más simples, como es el caso de nuestra pieza, la superficie posterior es lisa, monocroma y sin aplicaciones de pastillaje, incisiones o esgrafiado; la pendiente del respaldo tiene como apoyo un par de formas separadas que remiten a piernas flexionadas, con los pies muy esquemáticos, sin indicación de dedos. En las composiciones más elaboradas se mantienen esos dos apoyos, aunque abiertamente se trata de las extremidades inferiores de una figura masculina o de un cánido, modelados con detalle y los cuales, debido a la inclinación que muestran, parecen soportar un gran peso. Este análisis ha permitido identificar la figura de las aves como un claro atributo de elevada jerarquía social y de poder, en relación con el carácter funcional de los objetos a los que dieron forma, y en cuya parte posterior se indicaron o se plasmaron figuras sometidas; asimismo, la ostentación del poder por parte de los usuarios de estos respaldos podría enlazarse con la idea del sacrificio humano o la victoria bélica a partir de las formas pintadas parecidas a cabezas humanas decapitadas.
En el arte de la cultura de tumbas de tiro existen testimonios escultóricos de que piezas similares esta pudieron ser usadas por individuos de alta jerarquía para recargar la espalda y cabeza mientras estaban sentados; con base en su función, considero oportuno denominarlos respaldos, en lugar de reclinatorios. Los reales tendrían, desde luego, un tamaño mayor, sin embargo no se conoce ninguno; cabe la probabilidad de que fuesen hechos en materiales perecederos, como madera, y que por hallarse en contextos de superficie hayan desaparecido.