Esta pieza proviene del sitio de Tlatilco, ubicado en el Altiplano Central, esta presenta una forma compleja que difiere con otras figuras similares, por lo que posible afirmar que constituye un objeto único dentro de los estilos y tradiciones artísticas del Preclásico (2500-500 a.C.).
El alfarero creó la imagen a partir de una porción de barro que fue modelada para representar un cuerpo deforme, carente de simetría y armonía. Las piernas tienen una forma casi redonda y debajo de estas se observan dos pequeñas protuberancias que insinúan los pies del personaje.
Sobre las extremidades inferiores se observa un fragmento de difícil interpretación, pues no queda claro si se trata la cintura o el cuello del ser representado. En cualquier caso, este segmento va seguido de una cabeza que resulta demasiado grande para el resto del cuerpo.
Los rasgos faciales, por otra parte, están bien definidos: los ojos fueron realizados por pellizcado e incisión, tienen una forma almendrada y pequeños agujeros dan la idea del iris; las cejas, en cambio, fueron añadidas mediante la técnica de pastillaje. La nariz forma un triángulo perfecto y debajo de esta se observa una boca abierta con labios gruesos. Las formas detalladas y geométricas del rostro remiten a las obras de estilo olmeca o Mezcala. Es posible que los alfareros de Tlatilco adoptaran elementos estéticos de otros grupos mesoamericanos como resultado de contactos comerciales e intercambios culturales.
Las orejas del personaje están adornadas con orejeras y en la cabeza porta un tocado cuadrado marcado con incisiones transversales en las que se sobrepuso una estructura en forma de T. La forma y el volumen del atavío fueron exagerados a tal grado que su proporción es similar a la de las piernas.
Por otra parte, se aprecia que los brazos del individuo abrazan las piernas y estos sugieren movimiento, pues poseen una curvatura muy singular. alargados y sugieren movimiento, pues estos poseen una curvatura muy singular. Las manos tienen líneas de incisión cuyo objetivo es recrear los dedos.
Las formas y extremidades de la figura carecen de armonía y no reflejan una constitución anatómica convencional; estos atributos hacen pensar que el ser representado es de naturaleza divina o, al menos, deforme. Algunos pueblos mesoamericanos consideraban que los cuerpos afectados con el enanismo eran, en realidad, seres en los que residían energías divinas expresadas de formas sumamente caprichosas.
Las personas de baja estatura fueron un tema relativamente recurrente del arte mesoamericano, estos personajes se representaban ricamente ataviados y con extremidades voluptuosas, pues eran considerados individuos únicos La pieza 649 de Tlatilco es un claro exponente de este tipo de creencias.
Esta pieza proviene del sitio de Tlatilco, ubicado en el Altiplano Central, esta presenta una forma compleja que difiere con otras figuras similares, por lo que posible afirmar que constituye un objeto único dentro de los estilos y tradiciones artísticas del Preclásico (2500-500 a.C.).