El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Representación masculina y femenina  | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Representación masculina y femenina

Región Altiplano Central| Xalostoc
Período Preclásico
Año 1400 -800 a.C
Período 9 Preclásico
Año 1400 -800 a.C
Técnica

Barro modelado, alisado, inciso, pellizcado y puntillado 

Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 585
Investigador

En el mundo mesoamericano existió una dualidad básica entre lo femenino y masculino, misma que permeó la vida de los seres humanos y de los dioses. En el México Antiguo, la masculinidad estaba ligada al calor, al sol y a lo seco; en cambio, lo femenino se asociaba al frío, a la luna y a la humedad.

La dualidad fue representada y expresada por los grupos mesoamericanos a través de estelas, monolitos y cerámicas, así como en códices y en mitos creacionistas; estos últimos cuentan con numerosas narraciones en las que una entidad femenina interactúa con un ser masculino y, por medio de alguna proeza o transgresión, dan origen a los seres vivos.

Las figurillas 585 (1 y 2) pertenecen al periodo Preclásico y provienen del Altiplano Central, más específicamente de Xalostoc; estas fueron elaboradas con barro modelado y nos remiten, precisamente, al principio dual. Tanto la figura femenina como la masculina fueron trabajadas a partir de una sola porción de barro colocada en una superficie plana: el resultado fue que la parte trasera de las piezas sea plana y que la delantera posea el volumen necesario para representar las formas humanas ideadas por el maestro alfarero que las creó.

El cuerpo de ambas piezas es casi idéntico, pues se modelaron con dos extremidades que simulan las piernas y otras dos que emulan los brazos, estos fueron colocados a la altura del abdomen, como es común en muchas de las figuras del periodo Preclásico. Por otra parte, el ombligo se representó con un agujero en el vientre, elaborado mediante la técnica de incisión. 

La figurilla femenina se distingue claramente, pues esta posee dos protuberancias que dan la idea de senos; la figura masculina, en cambio, muestra el torso plano.

Los rasgos y ornamentos faciales fueron elaborados mediante la técnica de pastillaje: las orejeras se colocaron a la altura del cuello y la boca se muestra abierta, posiblemente en señal de sorpresa o de habla. Los ojos, por otra parte, son de gran tamaño, ocupan la mayor parte de la cara y están separados por una larga nariz. Sobre la frente se aprecian dos cejas, elemento muy notorio, pues estos detalles solían omitirse en este tipo de piezas; su presencia nos permite inferir que este rasgo era considerado como un factor distintivo de belleza, digno de ser inmortalizado en una obra plástica.

El tocado es el elemento más característico de las figurillas: la mujer representada tiene en la frente dos franjas diagonales que se cruzan por la mitad y en la parte posterior se observa un motivo geométrico cuya forma es similar a un reloj de arena en posición horizontal.

En muchas ocasiones, las figuras duales poseían los mismos atributos, lo que dificulta diferenciar al personaje masculino del femenino, sin embargo, en estas representaciones se observa que el tocado, junto con los senos, son los indicadores particulares que individualizan a cada personaje. Este tipo de objetos nos permite conjeturar que los pueblos mesoamericanos del Preclásico incluían la noción de la dualidad en su cosmogonía, noción que se arraigó y convirtió en uno de los elementos religiosos fundamentales para los pueblos indígenas.

En el mundo mesoamericano existió una dualidad básica entre lo femenino y masculino, misma que permeó la vida de los seres humanos y de los dioses. En el México Antiguo, la masculinidad estaba ligada al calor, al sol y a lo seco; en cambio, lo femenino se asociaba al frío, a la luna y a la humedad.

Obras de la sala

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