En la cerámica no utilitaria de Chupícuaro identificamos dos modalidades considerablemente distintas: una de figuras macizas, más bien pequeñas, que caben en una mano, y otra de figuras huecas y generalmente más grandes. Unas y otras son, en su mayoría, figuras antropomorfas. La modalidad maciza es más antigua, unos doscientos años o más, pero durante un largo periodo ambas coexistieron.
Las figuras antropomorfas macizas de Chupícuaro se caracterizan por ser bastante planas; lo son especialmente en la cabeza, donde a menudo se advierte una línea divisoria en el centro, posiblemente relacionada con la representación del peinado. La mayoría de las figuritas antropomorfas macizas son representaciones de mujeres.
Esta figura ha sido modelada en su totalidad con los dedos, de tal suerte que en varios puntos se advierten las huellas dactilares del artesano. El cuerpo y la cabeza se modelaron con un solo bloque de arcilla, redondeando y aplanando alternativamente. La nariz se produjo como parte de ese modelado, mediante un pellizco; los componentes añadidos por pastillaje incluyen, al menos, los pezones, la boca, los ojos, las orejeras, el medallón, la parte baja del pelo y una diadema. Es característico de las figuritas Chupícuaro macizas que las piecitas añadidas para formar los ojos muestran una línea en el centro, quizá para destacar el iris del resto de la cavidad ocular. La forma de las piernas, escasamente definida, como de dos picos que se angostan, sin definirse los pies, es bastante extendida en la cerámica preclásica del Occidente y del México central.
Esta figura, así como el conjunto de las que hemos llamado macizas, carece de los engobes que son tan característicos de la cerámica antropomórfica de la tradición olmeca (y también de las figuras huecas Chupícuaro). Por lo tanto observamos directamente la textura y el color del barro con el que se realizó la pieza. Los colores añadidos parecen haber sido pintados después de la cocción. Predomina un negro, que cubre buena parte del cuerpo y que se muestra descarapelado. Por la consistencia y el brillo que se advierte en algunos puntos, parecería que se trata de un negro obtenido del chapopote. Además se añadieron pinceladas de blanco y de rojo, para el medallón, la diadema, las orejeras y los ojos.
Es un lugar común, y es también un dato difícil de verificar, que estas figuras femeninas del Preclásico forman parte de un culto a la fertilidad. Acaso la expresión sea un poco libre y ambigua: sin embargo es muy probable que están ligadas a una expresión religiosa que enfatiza el papel de la mujer en el espacio doméstico y la arraiga en dicho espacio. Una manifestación ligada a la fecundidad y la nutrición. De hecho, la figurita que comentamos muestra un abultamiento del vientre y los pechos que parecen indicativos de preñez.
En la cerámica no utilitaria de Chupícuaro identificamos dos modalidades considerablemente distintas: una de figuras macizas, más bien pequeñas, que caben en una mano, y otra de figuras huecas y generalmente más grandes. Unas y otras son, en su mayoría, figuras antropomorfas. La modalidad maciza es más antigua, unos doscientos años o más, pero durante un largo periodo ambas coexistieron.