El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Vasija de cuerpo de pato | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Vasija de cuerpo de pato

Cultura Teotihuacana
Región Zona productora de la cerámica anaranjado delgado bajo control de Teotihuacán
Período Clásico temprano
Período 9 Clásico temprano
Año 200-600 d.C.
Técnica

Barro modelado con engobe y pulido

Medidas 5   x 6.6  x 3.7  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1349
Investigador

La pieza que aquí registramos es una finísima obra de cerámica de la tradición teotihuacana: una vasija con la forma del cuerpo de un pato. La forma del pato apareció en la cerámica de Tlatilco, en el Preclásico; y en el periodo Clásico subsistió pero sin la cabeza. Es más frecuente en Teotihuacán que en otros sitios, pero es una forma que se repitió a lo largo del tiempo en diferentes regiones y que incluso continuó en comunidades indígenas después de la conquista.

Parecería haber dos usos distintos de las vasijas con forma de cuerpo de pato: por una parte tenemos la vertiente utilitaria, se trata de vasijas hechas para calentar líquidos, o algunos alimentos con bastante líquido como podrían ser unos frijoles o una salsa. Tales vasijas para cocinar responden a una astucia especialmente apropiada para los fogones con comal. Sabemos que tres piedras grandes, a veces cuatro, permiten que se pose el comal, mientras el fuego respira, y las tortillas y otros alimentos, como chiles, y también algunos recipientes, se van calentando en la superficie de dicho comal. Entonces la “cola” de esas vasijas en forma de pato entra entre dos piedras y se pone en contacto con las brasas, mientras la boca de la vasija queda fuera. Esto permite maximizar el uso del fuego.

Por otra parte tenemos los recipientes con forma de pato para uso ceremonial, suntuario y quizá funerario. Tienen la misma forma pero no son utilitarios. Esa forma hace cómoda la sujeción con las manos y la presentación de la vasija, y probablemente también se conservó por razones estéticas y no sólo utilitarias: es un invento curioso e interesante. De cierta manera, forma parte de la tradición cerámica mesoamericana que incluyo desde época muy temprana la fusión de zoomorfos y vasijas. Un diseño justamente celebrado es el recipiente en forma de perro, del cual hay un ejemplar en el Museo Amparo: también teotihuacano, y también realizado con la especialísima pasta del tipo anaranjado delgado.

En nuestra vasija, que es muy pequeña en realidad, pues no llega a los 7 centímetros en su parte más larga, podemos apreciar las delgadas paredes típicas del anaranjado delgado, y el uso del engobe. El engobe, en el caso del anaranjado delgado, afirma el anaranjado tan brillante y luminoso propio del género, y permite dotarlo además de cierto brillo. Es la cerámica de apariencia más luminosa y cálida de Mesoamérica.

Vale la pena recordar que la cerámica del tipo anaranjado delgado aparece en la ciudad de Teotihuacán pero también en algunos sitios contemporáneos ligados a la metrópoli. Corresponde con diseños característicamente teotihuacanos, de manera que su presencia expresa la influencia cultural de la gran ciudad. Sin embargo, hace décadas que se sabe que no es una arcilla que se extrajera en el valle de México y sus cercanías, sino más bien en el sur del valle de Puebla, y hacia lo que se conoce como Mixteca poblana. Se han considerado dos posibilidades: hoy predomina la idea de que esta cerámica se manufacturaba en el sur de Puebla, para Teotihuacán y bajo la consigna o el control teotihuacanos. Pero también se ha propuesto la posibilidad de que la arcilla fuera transportada a la ciudad, para su manufactura local. Parece que el peso del material sería un problema considerable en la segunda hipótesis.

 

Nota complementaria. El vicio de los nombres improvisados

Está muy arraigada en la arqueología la costumbre de otorgar nombres a los tipos de objetos, e incluso a los sitios y etapas arqueológicos, basados en ocurrencias rápidas, en impresiones subjetivas. Así por ejemplo, el término “baby face” se usó y se usa para referirse a un grupo bastante extenso de figuras antropomórficas del Preclásico medio, obviando el hecho, primero, de que se omiten verdaderas descripciones de los rasgos de estas figuras cuando se cree haberlas asignado a dicho tipo; y, segundo, de que realmente los rasgos a explicar no coinciden con una cara de bebé ni el término ayuda a comprender esas figuras.

A las piezas con la forma del objeto que aquí describimos se les ha dado convencionalmente el nombre “patojo”. Se trata de un adjetivo y un nombre que se utiliza solamente para hacer referencia a la torcedura de las piernas humanas por alguna malformación y a la manera de andar, balanceándose como pato. Mucho mejor sería llamar a esas vasijas “patos” y no patojos. O describirlas como “vasija con la forma del cuerpo de un pato”. Es particularmente importante no resignarse a aceptar las denominaciones arqueológicas o técnicas de las cosas, especialmente cuando éstas son imprecisas, o francamente feas como en el caso de patojo.

La pieza que aquí registramos es una finísima obra de cerámica de la tradición teotihuacana: una vasija con la forma del cuerpo de un pato. La forma del pato apareció en la cerámica de Tlatilco, en el Preclásico; y en el periodo Clásico subsistió pero sin la cabeza. Es más frecuente en Teotihuacán que en otros sitios, pero es una forma que se repitió a lo largo del tiempo en diferentes regiones y que incluso continuó en comunidades indígenas después de la conquista.

Obras de la sala

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