El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Punzón de hueso con forma de pez | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
Punzón de hueso con forma de pez | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Punzón de hueso con forma de pez | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla

Punzón de hueso con forma de pez

Cultura Desconocida
Región Desconocido
Período Desconocido
Período 9 Desconocido
Técnica

Hueso tallado, inciso, perforado y pulido

Medidas

Largo: 23.30 cm

Medidas x 2.3  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 1675
Investigador

El punzón o lezna se define como un instrumento generalmente con silueta trapezoide o piramidal que remata en punta y sirve para abrir, agujerear o traspasar; los hay de distintos materiales. Tres refinados punzones de hueso con aspecto figurativo de la colección del Museo Amparo muestran tan similares rasgos estilísticos, que permiten reconocer un conjunto de instrumentos rituales, probablemente exhibido como parte de un atavío, pues tienen diminutas perforaciones tubulares adecuadas para atravesarlos con un cordel. Las obras presentan los elementos figurativos únicamente en la parte exterior y por tanto convexa del hueso; la posterior, es la cara interna, de ahí su textura esponjosa.

         En la obra que vemos, líneas grabadas dan forma a un alargado pez con cabeza de boca entreabierta, pares de ojos y branquias, cuatro aletas y una especie de collar con puntos parecido al que adorna a la mujer y al hombre representados en el par de punzones con el registro 1672 2. Acerca de estos dos he conjeturado su carácter de reliquia en asociación con una pareja primordial o ancestral; su materialidad y excelente estado de conservación señalan su pertenencia a un individuo de jerarquía social elevada. Opino que el conjunto simboliza un linaje familiar vinculado con el pez, lo cual se manifestaría en relación directa con el cumplimiento de obligaciones religiosas sacrificiales.

         En el estudio de los punzones con figura de pareja se expone la extendida práctica mesoamericana de atravesar partes blandas como los lóbulos de las orejas, lengua, yemas de los dedos, brazos, muslos, pantorrillas y genitales con el propósito de conectarse con lo sagrado. No sobra recordar que una de las imágenes más antiguas de esta temática se plasmó en la pared oeste del edificio Las Pinturas, en la ciudad maya de San Bartolo, situada en el Petén guatemalteco, en donde cuatro individuos de la realeza sangran sus penes con largas ramas puntiagudas. Los murales han sido fechados en la etapa constructiva ocurrida hacia el año 100 antes de nuestra era.

         Sea por sacrificio o autosacrificio, la sangre derramada principalmente se ofrendaría a las divinidades y untaría en el propio cuerpo, en objetos e imágenes religiosas; se buscaba implorar o agradecerles favores, expiar culpas e intervenir en la estabilidad del orden cósmico. A menudo estos actos se hallaban implícitos en rituales de transición -como pasar de la infancia a la pubertad- y se practicaban de manera colectiva en determinadas fiestas y fechas.

         Entre la variedad de punzones, espinas y púas utilizadas, las leznas de material óseo están afiliadas a las personas pertenecientes a los estratos sociales de mayor prestigio, como nobles, gobernantes, sacerdotes y guerreros. Como evidencia del aprecio e importancia que tenían esos artefactos, en las ofrendas colocadas en etapas constructivas del Templo Mayor de Tenochtitlan se depositaron algunos hechos con hueso de águila, así como exóticas espinas de mantarraya que cumplirían la misma función.

         Cabe abundar en el carácter elitista de los punzones de hueso en relación con su materialidad y técnica. Aunque desconocemos la especie humana o animal a la que pertenecen los tres punzones de la colección del Museo Amparo, su largo entre los 23.30 y 30.80 cm, apunta al fémur, tibia, húmero, radio, cúbito y peroné de humanos o cuadrúpedos adultos.

         Respecto al periodo antiguo de la historia de México, Lorena Mirambell y Óscar Polaco explican que los instrumentos empleados para la manufactura de artefactos óseos son líticos, de madera o hueso. La preparación de la materia prima incluía el raspado o la cocción para descarnarla y eliminar tendones y ligamentos; el calentamiento en cenizas o quemado endurecería el material –ello corresponde con la tonalidad castaña de nuestro conjunto de punzones y sería propicio para su función punzante-. Los autores también destacan el empleo del buril de piedra para hacer refinadas incisiones en líneas rectas o curvas, más o menos profundas y de longitud variable, así como el uso de arcillas u otro material de dureza semejante para pulimentar los objetos.

         Como acabado final, la circunferencia de los tres punzones fue alisada; la depurada técnica y precisión del grabado confirma la mano de un mismo autor.

El punzón o lezna se define como un instrumento generalmente con silueta trapezoide o piramidal que remata en punta y sirve para abrir, agujerear o traspasar; los hay de distintos materiales. Tres refinados punzones de hueso con aspecto figurativo de la colección del Museo Amparo muestran tan similares rasgos estilísticos, que permiten reconocer un conjunto de instrumentos rituales, probablemente exhibido como parte de un atavío, pues tienen diminutas perforaciones tubulares adecuadas para atravesarlos con un cordel. Las obras presentan los elementos figurativos únicamente en la parte exterior y por tanto convexa del hueso; la posterior, es la cara interna, de ahí su textura esponjosa.

Obras de la sala

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