La obra remite directamente a la escuela del estilo Comala, desarrollada en el valle de Colima, como parte de la cultura de las tumbas de tiro, en tiempos del Preclásico Tardío y el Clásico Temprano. Los rasgos afines son: la superficie roja y café rojiza, pulida y brillante, y la construcción como una vasija con abertura cilíndrica y cuerpo con forma de cabeza humana; sin embargo, resultan extrañas las curvaturas de las orejas, cuyo apego realista se distancia de la convencional forma rectangular; asimismo, las cuencas oculares hundidas, las grandes mejillas globulares y la carencia de orificios nasales. A mi entender, se trata de una imitación del arte de esa antigua cultura de la región occidental de México, en la que las secciones blanquecinas en la abertura tubular, la boca y la parte inferior de la nariz buscan dar la apariencia de una pieza que estuvo enterrada.
El repertorio de este arte incluye seres contrahechos y con rasgos patológicos, por lo que la boca inclinada, tal vez sintomática de parálisis facial, no resulta anómala en principio. Su significación, en su contexto cultural original y de acuerdo con la iconografía mesoamericana, se asocia con las faltas sexuales cometidas por los humanos y las deidades, pues éstas podían manifestarse con deformaciones corporales y enfermedades.
Vista de perfil, el rostro mofletudo parece una máscara sobrepuesta a una gran cabeza de la que se ven las orejas; en lo general, se emparienta con las “cabezas trofeo”, aquellas de individuos decapitados que también se hallan representados en el estilo Comala y se vinculan con la temática de la guerra.
Las manchas oscuras no son pintadas, corresponden a condiciones del proceso de cocción de la cerámica; a veces se busca intencionalmente una superficie completa oscura y en otras, como nuestra pieza, parece que se trata de un accidente, en el que se reduciría parcialmente la oxigenación o ventilación en el horno.
La abertura tubular angosta le confiere a la pieza el carácter de una botella. Precisamente, en el estilo Comala abundan las esculturas huecas con este tipo de saliente, no obstante, se desconoce si se usaron como recipientes; aunque sin duda, consiste en un rasgo estilístico destacado en esa modalidad.
La obra remite directamente a la escuela del estilo Comala, desarrollada en el valle de Colima, como parte de la cultura de las tumbas de tiro, en tiempos del Preclásico Tardío y el Clásico Temprano. Los rasgos afines son: la superficie roja y café rojiza, pulida y brillante, y la construcción como una vasija con abertura cilíndrica y cuerpo con forma de cabeza humana; sin embargo, resultan extrañas las curvaturas de las orejas, cuyo apego realista se distancia de la convencional forma rectangular; asimismo, las cuencas oculares hundidas, las grandes mejillas globulares y la carencia de orificios nasales. A mi entender, se trata de una imitación del arte de esa antigua cultura de la región occidental de México, en la que las secciones blanquecinas en la abertura tubular, la boca y la parte inferior de la nariz buscan dar la apariencia de una pieza que estuvo enterrada.