Los ojos de incrustaciones de concha con forma de aro, cuyo círculo interior constituye la pupila, enfatizan el hieratismo corporal de esta fina figura humana, con la fisonomía de un anciano robusto y con una pequeña barba. El arte lapidario de la tradición Mezcala se distingue por la síntesis geometrizada de un breve repertorio figurativo de composición simplificada -humanos y algunos animales, cabezas, rostros y máscaras antropomorfas, así como edificios y fachadas- cuyo diseño puede ser apto para joyería, pues no es raro que tengan perforaciones por donde atravesar cordeles. En otros estudios sobre obras de la colección del Museo Amparo, he planteado que se trata de una estética que exaltaba las cualidades ópticas y táctiles de la materia, así como la técnica especializada de ejecución. La precisión en los cortes de las piedras de grano fino y compacto era imprescindible, no había margen para corregir, si bien, las formas de las rocas seguramente sugirieron o dialogaron con las de las tallas artísticas.
En este caso vemos en una piedra castaña clara con vetas oscuras, un volumen piramidal alargado, con la vista posterior casi plana. El contorno frontal de la cabeza es romboidal; sobresalen las orejas y en el rostro finos relieves trazan la nariz y los labios. Carece de cuello, los largos brazos se adhieren al torso en ángulo agudo, juntando las esquemáticas manos. La mitad inferior del cuerpo se simplificó con agudeza: el hombre está sentado con las rodillas hacia afuera y las palmas de los pies enfrentadas entre sí; una mínima ranura simula las nalgas como un interesante gesto anatómico.
La cultura Mezcala es una de las más representativas de la región mesoamericana de Guerrero. A partir de las investigaciones de Miguel Covarrubias, recibe el nombre de una población y de un tramo del caudaloso río Balsas, el cual nace en el valle de Puebla y en su trayecto final, antes de unirse al océano Pacífico, marca la frontera con Michoacán.
Esta sociedad se asentó en las zonas central, norteña y de la Tierra Caliente de Guerrero, extendiéndose a zonas vecinas de Morelos, el Estado de México y Michoacán. Tal territorio presenta una compleja topografía montañosa y abundantes recursos mineros que fueron aprovechados al menos desde el Preclásico medio en obras de arte de estilo olmeca. Ahuináhuac, Cuetlajuchitlán y La Organera-Xochipala son algunos de los grandes centros arquitectónicos cívicos-ceremoniales de los mescalenzes, con auge entre 500 a.C. y 200, 200 a.C. y 200 y del 600 al 900 respectivamente.
El pequeño formato de nuestra imagen alude su portabilidad, la cual está ligada a su resistente material pétreo. El arte lapidario Mezcala se distribuyó en culturas contemporáneas, como la teotihuacana, y en otras más tardías como la mexica. La circulación de materias y obras exógenas tuvo una enorme trascendencia en la interacción de las sociedades pluriétnicas y plurilingüísticas de Mesoamérica; junto a los valores económicos y como bien de prestigio, del arte Mezcala cabe resaltar el profundo aprecio por sus propiedades estéticas de color, transparencia, brillo y dureza, que se asociaban con lo precioso y simbolismos sobrenaturales. En la reutilización e intervención posclásica de la lapidaria Mezcala, Carlos González y Bertina Olmedo conjeturan su estimación adicional como reliquias cuya antigüedad incrementaba su poder y sacralidad.
Los ojos de incrustaciones de concha con forma de aro, cuyo círculo interior constituye la pupila, enfatizan el hieratismo corporal de esta fina figura humana, con la fisonomía de un anciano robusto y con una pequeña barba. El arte lapidario de la tradición Mezcala se distingue por la síntesis geometrizada de un breve repertorio figurativo de composición simplificada -humanos y algunos animales, cabezas, rostros y máscaras antropomorfas, así como edificios y fachadas- cuyo diseño puede ser apto para joyería, pues no es raro que tengan perforaciones por donde atravesar cordeles. En otros estudios sobre obras de la colección del Museo Amparo, he planteado que se trata de una estética que exaltaba las cualidades ópticas y táctiles de la materia, así como la técnica especializada de ejecución. La precisión en los cortes de las piedras de grano fino y compacto era imprescindible, no había margen para corregir, si bien, las formas de las rocas seguramente sugirieron o dialogaron con las de las tallas artísticas.