El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Anciano con atributos del dios del fuego | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Anciano con atributos del dios del fuego

Cultura Desconocida
Región ¿Occidente de México?
Período ¿Clásico?
Período 9 ¿Clásico?
Técnica

Escultura en piedra tallada, incisa, punzonada, con incrustaciones de concha

Medidas 15.5   x 6.5  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 999
Investigador

Para las sociedades mesoamericanas, al igual que para otras del mundo, más que un fenómeno que genera luz y calor, que permitía cocinar, transformar y destruir, el fuego se estimaba como una revelación de lo sagrado y un medio de comunicación con las deidades, mediante las materias ligeras, como humo y aromas, que producía. Asimismo fue una poderosa entidad divina revestida con un aspecto antropomorfo particular: un anciano sedente que sostiene un brasero sobre su espalda o cabeza.

         El dios viejo del fuego principalmente se reconoce en las culturas de la región del Centro de México, desde el Preclásico medio hasta el Posclásico tardío, como las de Cuicuilco, Teotihuacan y Tenochtitlan, por mencionar a las más connotadas, si bien, en su tesis de arqueología, María Donají Montero Guzmán consigna que las más antiguas proceden del valle de Puebla-Tlaxcala y su creación se remonta al 800 antes de nuestra era.

         Su imagen figurativa más característica es en formato escultórico sea en una obra cerámica o pétrea; son composiciones plenamente tridimensionales, en el sentido de que sus atributos pueden discernirse al apreciar las vistas frontal, laterales, posterior y superior. Su materialidad y carácter escultórico asimismo sugiere funcionalidad, pues el recipiente en efecto serviría para quemar resinas u otras sustancias. Se trata de un individuo masculino sentado con las piernas entrecruzadas al frente, que apoya los brazos sobre las rodillas. En su investigación de tesis de Historia, Carlos Martínez Aquino subraya que una variante lo presenta con las piernas flexionadas de manera vertical con las rodillas juntas o separadas, y los pies mantienen las plantas hacia el suelo; tal como la posición de la obra que vemos. Martínez Aquino añade que las figuras del dios viejo del fuego apoyan los codos sobre las rodillas y algunas muestran ademanes, como el entrelazado de manos para formar un orificio central, o la posición de puño (mano derecha) y palma (mano izquierda).

         La vejez del dios se advierte en la espalda encorvada, el rostro con arrugas, desdentado y prógnata. Importa subrayar que la edad avanzada se vincula con el pensamiento mítico, pues el fuego se consideraba primigenio o increado, es decir, su existencia se halla en el origen acuático e inframundano del cosmos y antecede a su organización en tres estratos horizontales superpuestos, así como al inicio del tiempo. En consonancia con ello, en varias imágenes o recintos, el fuego o la imagen del dios del fuego ocupa el lugar central, a menudo hundido, y en los relatos míticos se dice que creó al Sol y la Luna.

         Nuestra pequeña escultura pétrea consiste en una fina talla; el escultor trazó con delicadeza detalles del cuerpo, como los pies y las manos con dedos, las nalgas, el rostro, las orejas redondeadas, el tocado de diadema y el objeto que porta e incluso se integra en la espalda entre los resaltados omóplatos; la punta de la nariz se ha perdido y en lo general presenta restos de pintura roja. Es un hombre desnudo; el torso pronunciadamente encorvado y la boca desdentada son propios de un anciano. Inclina su cabeza hacia arriba, el acto de mirar hacia esa dirección se enfatiza por los ojos figurados con incrustaciones de diminutos aros planos hechos en concha. 

         En la parte superior de la espalda vemos una cavidad cónica, que quizá se conecta con la pequeña perforación circular de la parte baja de la misma espalda. La fusión del recipiente con el cuerpo es recurrente en la imaginería del dios viejo del fuego, en particular, mencionaré un par de obras procedentes de Cuicuilco: una escultura cerámica de cuerpo completo de cuya espalda se proyecta hacia arriba un brasero cilíndrico, y una cabeza humana tallada en piedra, con una cavidad en el ápice, la cual, como lo ha dicho Eduardo Matos Moctezuma, supone una síntesis de la imagen.

         Imágenes en formato pequeño del dios viejo del fuego fueron utilizadas en rituales domésticos durante la etapa temprana de Teotihuacan; acaso la obra que vemos cumplió funciones semejantes.

Para las sociedades mesoamericanas, al igual que para otras del mundo, más que un fenómeno que genera luz y calor, que permitía cocinar, transformar y destruir, el fuego se estimaba como una revelación de lo sagrado y un medio de comunicación con las deidades, mediante las materias ligeras, como humo y aromas, que producía. Asimismo fue una poderosa entidad divina revestida con un aspecto antropomorfo particular: un anciano sedente que sostiene un brasero sobre su espalda o cabeza.

Obras de la sala

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