Se trata de una vasija que se acopla a la forma humana, en donde la base cóncava del recipiente coincide con la barriga del personaje. Estos recipientes-efigie fueron muy comunes en el arte cerámico mesoamericano, empezaron a desarrollarse hacia el año mil y prevalecieron hasta la época de la Conquista española.
Naturalmente que no se trata, en la mayoría de los casos al menos, de vasijas para beber, pues resultarían frágiles e incómodas. El líquido que se colocara en ellas (agua, pulque, cacao o alguna otra bebida) debe haber tenido el carácter de una ofrenda. Si para las ofrendas sólidas se usan platones y cuencos, para las líquidas se utilizan vasijas.
Por regla general, cuando se conserva una vasija suntuaria o ceremonial completa es porque se encontraba protegida dentro de una oquedad, en un entierro o de plano en una tumba con techo. Los objetos que estaban en patios y habitaciones, se rompían con los desplomes de techos y muros con el paso del tiempo y sólo han llegado a nosotros en forma de fragmentos. Una vasija como ésta y otras de su tipo deben proceder de un contexto funerario.
Vale la pena reflexionar sobre el probable sentido de esta figura y también sobre su relación con la función de recipiente de ofrendas. La posición horizontal, con el abdomen hacia abajo, y la postura de brazos y piernas extendidos y ligeramente flexionados, sugiere la acción de volar o flotar, postura que encontramos también, por ejemplo, en los relieves horizontales del edificio de los Danzantes de Monte Albán, y en los estucos de las efigies de los señores difuntos en una de las tumbas reales de Lambityeco, también en el valle de Oaxaca.
Es probable que en todos estos casos estemos frente a un mismo concepto: se trataría de personajes que realizan una especie de vuelo, que podría ser una alegoría del viaje del alma, la cual, debido a su carácter volátil, se desplaza flotando y haciendo giros para recorrer las etapas de los cielos superiores y los infiernos. En el caso de los difuntos comunes, quienes no habían muerto en la guerra o por alguna causa sobrenatural, ese viaje permitía al alma llegar a la región de los muertos, donde el viaje concluía.
Es probable entonces que esta vasija formara parte de un grupo de ofrendas funerarias, que llevara un líquido en su interior y que hiciera referencia al alma del difunto allí enterrado.
Pese a que no contamos con muchos rasgos estilísticos para hacer una valoración sobre la procedencia de la pieza, es muy probable que sea de Oaxaca, porque allí el tema del individuo que flota o vuela (en probable alusión al alma) es más frecuente; también por los rasgos del rostro, cuyo moderado realismo y expresión coinciden con la tradición estilística de la cerámica de Monte Albán.