La esquemática faz ostenta la modalidad estilística emblemática del arte lapidario de la cultura Mezcala, denominada con el mismo nombre. La pieza, de irregular contorno rectangular dividido en tres triángulos principales, consiste en una placa de mínimo espesor, con los ojos, la nariz y la boca figurados por medio de acanaladuras rectas. A los lados sobresalen las orejas; de los orificios cilíndricos en los lóbulos pudieron colgarse ornamentos y, a su vez, este posible rostro adornado pudo suspenderse, como colgante de un collar, al atravesar un cordel en las dos perforaciones hechas en la sección superior. No se descarta su uso para sobreponerse a cierto soporte, utilizando las cuatro horadaciones, aunque no parece diseñado para cubrir una cara debido a que el reverso es plano –también liso- y carece de perforaciones para ver.
Tiene un interesante tocado que plasma un pez al modo de una banda rectangular. El animal se ve dirigiéndose hacia la derecha, presenta el ojo punzonado y la boca abierta; el contorno superior dentado es la aleta dorsal, mientras que la aleta caudal, que le da propulsión, se marcó con líneas horizontales incisas; dos cortes en cuña separan el cuerpo de la cabeza y la aleta de la cola. Por el hecho de habérsele figurado con el ojo y la boca abiertos resulta más expresivo que el rostro, pero evidentemente comparten el esquematismo formal y la lisura en el reverso.
En el repertorio iconográfico de gran estilo Mezcala los peces son una especie poco representada; en particular se conocen como piezas exentas, no como tocados zoomorfos. Como ejemplo tenemos tres obras en la colección del Museo Amparo con el registro 1028 en las que se esculpió un mismo tipo de pez de silueta ovalada y cuerpo plano, con vista similar por los dos lados. Son más naturalistas pues se reconoce un animal óseo, con unos cuantos cortes que forman sus aletas dorsal, pelviana y caudal bifurcada. En la colección del Museo Nacional de Antropología encontramos otro muy parecido al que ahora nos ocupa, si bien, se talló individualmente, sin asociarse un rostro.
En otros estudios acerca del arte lapidario de Mezcala he asentado que lo acuático se halla entre los simbolismos atribuidos a las piedras verdes de grano fino y compacto, si bien, no sobra insistir en que estos valores son culturales y responden a complejas cosmovisiones que trascienden conexiones inmediatas; asimismo, que en su manifestación plástica, las imágenes no suelen ser explícitas. En tanto, en las esferas ritual, cotidiana, económica y social no hay duda de que los peces y otros recursos hídricos tuvieron una relevancia fundamental para los mesoamericanos, y esta cara con tocado de pez nos da la pauta para detenernos en el río Balsas. Es uno de los principales de México, y en su cuenca se asentaron los mezcalenses, quienes lo aprovecharían para pesca, caza, riego agrícola y transportación.
Consiste en un sistema hidrográfico de casi 800 km de longitud que consta de tres cuencas: Alto, Medio y Bajo Balsas; en la primera destacan los ríos Atoyac, Nexapa y Mixteco que corren en Puebla, Tlaxcala y Oaxaca, y cuya unión forma el Balsas en su cuenca Media. Ésta atraviesa Guerrero de oriente a poniente, en el tramo oriente el río se denomina Mezcala; es alimentado por el norte y sur a partir de las corrientes originadas en las estribaciones de la Faja Volcánica Transmexicana y de la Sierra Madre del Sur. El Bajo Balsas es la frontera entre Guerrero y Michoacán y desemboca en el océano Pacífico.
El nombre del río remite a las numerosas embarcaciones que antaño lo surcaban; por fuentes etnohistóricas y etnográficas se sabe que un tipo consistía en un atado plano de varas de madera u otate que por debajo se enlazaban con tecomates o grandes cascaras de calabaza, para aumentar su flotabilidad.
La Relación de Tetela del Río, un documento de 1579, registra su nombre náhuatl como río “Ueitatl” o “Agua grande”, el cual evoca su caudalosa anchura de entre 40 y 200 m. Falta saber la designación que le dieron los chontales y cuitlatecos quienes habitaban gran parte del centro y norte del estado, antes del arribo de pobladores nahuas hacia el siglo XII y luego de aquéllos adscritos a la cultura mexica en el siglo XV.
Verónica Hernández Díaz
La esquemática faz ostenta la modalidad estilística emblemática del arte lapidario de la cultura Mezcala, denominada con el mismo nombre. La pieza, de irregular contorno rectangular dividido en tres triángulos principales, consiste en una placa de mínimo espesor, con los ojos, la nariz y la boca figurados por medio de acanaladuras rectas. A los lados sobresalen las orejas; de los orificios cilíndricos en los lóbulos pudieron colgarse ornamentos y, a su vez, este posible rostro adornado pudo suspenderse, como colgante de un collar, al atravesar un cordel en las dos perforaciones hechas en la sección superior. No se descarta su uso para sobreponerse a cierto soporte, utilizando las cuatro horadaciones, aunque no parece diseñado para cubrir una cara debido a que el reverso es plano –también liso- y carece de perforaciones para ver.