El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico
Mujer joven con tocado de bandas entrecruzadas | El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico | Museo Amparo, Puebla
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Mujer joven con tocado de bandas entrecruzadas

Cultura Chupícuaro
Estilo Ojos rasgados
Región Valle de Acámbaro, Guanajuato /cuenca del lago de Cuitzeo y valle de Morelia, Michoacán
Período Preclásico Fase Chupícuaro tardío
Año 400 – 100 a.C.
Período 9 Preclásico Fase Chupícuaro tardío
Año 400 – 100 a.C.
Técnica

Escultura cerámica modelada, con pastillaje, punzonado e incisión y pintada

Medidas 10.8   x 5.8  cm
Ubicación Bóveda Prehispánico
No. registro 52 22 MA FA 57PJ 815
Investigador

Resultan enigmáticas las imágenes escultóricas humanas propias del desarrollo de la región occidental de Mesoamérica nombrado Chupícuaro. Una cantidad muy numerosa fue modelada en volúmenes cerámicos sólidos de formato pequeño y en menor medida huecos. Las representaciones masculinas son escasas, por lo que en principio se advierte que sobre todo materializaron conceptos de lo femenino.

         En las sólidas se distinguen dos modalidades estilísticas que tienen en común mostrar la superficie con algunos detalles en color, como rasgos de la cara, pintura facial y corporal, y objetos decorativos; el acento está puesto en grandes y largas cabezas, con peinados y tocados elaborados en los que reside principalmente el sello individual de cada obra. Los rostros de facciones finas son genéricos y los cuerpos desnudos; éstos presentan algunos ornamentos y a veces el abdomen abultado, muestran posiciones hieráticas, la gran mayoría con los brazos cortos y aparentemente de pie; pareciera que fueron hechas para estar recostadas o recargadas pues no se sostienen por sí mismas. Dado que la parte posterior es lisa, toda la atención se concentra en el frente.

         La que vemos, con la apariencia de una mujer joven, se hizo en el estilo “ojos rasgados”, cuya temporalidad se ubica en el periodo de auge de la cultura Chupícuaro, durante los primeros cuatro siglos de nuestra era. Su voluminosidad corporal frontal es un artificio hábilmente logrado, que contrasta con la estrechez de la figura cuando se le mira de perfil. En su apariencia plástica, iconografía y funciones este tipo de obras guarda parecido con las que se elaboraron en la contemporánea cultura de Cuicuilco y con las que antecedieron en la misma Cuenca Central de México durante el periodo Preclásico medio, en sitios como Tlatilco, El Arbolillo y Tlapacoya.

         Aun cuando el modelado induce la unicidad de cada escultura, no parecen tener la intención de retratar personas específicas. Considero que expresan determinados conceptos asociados con lo femenino, que rebasan la fertilidad biológica y la maternidad; ambas significaciones se relacionan y tradicionalmente han sido aceptadas respecto a este imaginario y otros similares de las culturas del México antiguo.

         En una vía alterna de interpretación de estas obras, se plantea que es necesario valorar con detenimiento, y con base en el análisis de amplios corpus, criterios como belleza, estatus y corporeidad que la sociedad chupicuareña plasmó en ellas. Igualmente, deben atenderse sus contextos de procedencia para aproximarnos a las intrigantes funciones rituales que desempeñaron. A este respecto la información científica, aunque limitada, aporta claves sugerentes. Enseguida se exploran algunas.

         A partir de las excavaciones en la década de 1940 en los alrededores del pueblo viejo de Chupícuaro, en el valle de Acámbaro, los registros de Muriel Noé Porter permiten detectar que las imágenes cerámicas humanas se hallaron a menudo fragmentadas en excavaciones a nivel superficial; asimismo, en otros tres tipos de contextos: como parte de los ajuares funerarios de hombres, mujeres e infantes; ofrendadas, junto con otros materiales, a cráneos humanos exentos de infantes y adultos –con huellas de decapitación o separados de un esqueleto- enterrados en grupo o solos, y en conjuntos de objetos de objetos diversos y distintos materiales sepultados intencionalmente sin asociación con restos humanos.  Por lo que toca a los entierros de humanos y de cráneos humanos sobresale una tendencia a agrupar las imágenes cerámicas, acaso para integrar escenas o potenciar sus poderes; en sustento de esta idea hay un dato concreto: Porter anota que 61 esculturas de la variante “ojos rasgados” se hallaron en diecisiete de estos entierros y tres grupos de objetos intencionalmente sepultados.

         Dicha tendencia se reitera en un hallazgo arqueológico generado en un proyecto que inició en los últimos años de 1990 en la zona de Acámbaro: Briggitte Faugere reporta la sepultura de un recién nacido cuya ofrenda contenía ocho imágenes femeninas del estilo “ojos rasgados”, dispuestas alrededor de un diminuto tecomate con un rostro humano relevado en la superficie exterior; además de esta vasija efigie había otro recipiente.

         De información como la anterior, puede inferirse que el acompañamiento funerario sólo fue una las funciones rituales de las esculturas cerámicas y se reafirma la idea de que no figuran retratos, al menos no de los difuntos, sino conceptos ligados elementalmente con lo femenino a través de su corporeidad desnuda y ornamentada.

Resultan enigmáticas las imágenes escultóricas humanas propias del desarrollo de la región occidental de Mesoamérica nombrado Chupícuaro. Una cantidad muy numerosa fue modelada en volúmenes cerámicos sólidos de formato pequeño y en menor medida huecos. Las representaciones masculinas son escasas, por lo que en principio se advierte que sobre todo materializaron conceptos de lo femenino.

Obras de la sala

El México antiguo. Salas de Arte Prehispánico