Los tres fragmentos de esculturas corresponden a figuras de mujeres que originalmente contaron también con cuerpo. En el arte del periodo Preclásico en Mesoamérica abundó la producción de pequeñas estatuillas cerámicas que representan a mujeres con rasgos faciales acentuados, usualmente desnudas o con el torso descubierto, y ornamentadas con joyería, peinados y tocados; más que en actividades, posturas especiales u objetos asociados, la iconicidad se centró en dichos elementos. En la fase final del periodo, las sociedades distribuidas en la Costa Grande de Guerrero igualmente privilegiaron esta iconografía, cuyas funciones probablemente se asociarían con la parte femenina del cosmos.
Con base en su fisiografía, la región mesoamericana de Guerrero se ha dividida en seis sectores que a la vez evidencian distintas tendencias culturales. La Costa Grande es uno de ellos; al norte y sur lo limitan respectivamente la Sierra Madre del Sur y el océano Pacífico, y de poniente a oriente abarca desde la desembocadura del río Balsas hasta la bahía de Acapulco. Las indagaciones arqueológicas de Charles Brush, Gordon Ekholm y Rubén Manzanilla, entre otros, han detectado sitios ceremoniales con grandes montículos y plataformas alargadas en amplias plazas, como Playa de Hornos y Tambuco en Acapulco; Coyuca; Corral Falso en Atoyac, Nuxco en Tecpan; Victorino Rodríguez en Zihuatanejo, y San Jerónimo, actual cabecera del municipio Benito Juárez, surcado por el río Atoyac.
Guerrero es una de las regiones menos investigadas respecto a su historia antigua, por tanto, escasea la información sobre los usos de estas obras. Las imágenes, por sí mismas, cobran mayor relevancia para aproximarnos a ciertas facetas de sus creadores. Este tipo de obras, todas modeladas en volúmenes sólidos que privilegian la vista frontal, componen el estilo San Jerónimo; según las variaciones fisonómicas, en la indumentaria y el adorno, Rubén Manzanilla distingue siete modalidades que vincula con zonas de la Costa Grande en términos de indicadores de unidades políticas y rituales, en tanto que representan filiaciones grupales. El cuello alto cubierto con una gargantilla de varias vueltas, mejor conservados en el tercer fragmento que vemos, las ubican en la variante Choker, localizada en Soledad de Maciel y Zihuatanejo.
Los rasgos característicos del estilo San Jerónimo son las cabezas altas rectangulares, que miden más de la mitad de la altura total de la pieza; vistas de perfil la nariz se mira prominente y ostentan deformación craneana tabular erecta. Los rostros son similares; sobresale el énfasis en los peinados con los cabellos marcados con incisiones, ya con línea a la mitad, dos atados o con tocados sobrepuestos. Asimismo, los rostros con cejas, pupilas, labios y dentadura figurados, de modo que resultan vivazmente expresivas; la primera del trío que vemos incluso parece sonreir.
Sobre su estado fragmentado caben varias posibilidades, sin manera de saber qué les ocurrió: sucesos fortuitos, acaso al depositarse o abandonarse en contextos de superficie o basureros; actos iconoclastas que pretendían destruir lo figurado o su poder y la mutilación intencional en prácticas rituales. En las dos últimas opciones descuella la agencia de la imagen, es decir, no se trata de manifestaciones inertes sino de obras con poder de acción simbólica o práctica, con frecuencia, de la mayor importancia al incidir en los órdenes religiosos, políticos, sociales y económicos de las comunidades. Los mesomericanos solían “matar” las imágenes –escultóricas o pictóricas-, las vasijas e incluso las edificaciones para desactivarlas; con este procedimiento, las figuras humanas podían adquirir también el estatus de difuntos.
Los tres fragmentos de esculturas corresponden a figuras de mujeres que originalmente contaron también con cuerpo. En el arte del periodo Preclásico en Mesoamérica abundó la producción de pequeñas estatuillas cerámicas que representan a mujeres con rasgos faciales acentuados, usualmente desnudas o con el torso descubierto, y ornamentadas con joyería, peinados y tocados; más que en actividades, posturas especiales u objetos asociados, la iconicidad se centró en dichos elementos. En la fase final del periodo, las sociedades distribuidas en la Costa Grande de Guerrero igualmente privilegiaron esta iconografía, cuyas funciones probablemente se asociarían con la parte femenina del cosmos.