Cultura | Tradición Mezcala |
Estilo | Estilo Chontal |
Región | Cuenca media del río Balsas |
Período | Preclásico tardío-Clásico tardío |
Año | 500 a.C.-900 d.C. |
Período 9 | Preclásico tardío-Clásico tardío |
Año | 500 a.C.-900 d.C. |
Técnica | Escultura en piedra ¿serpentina? tallada, perforada, pulida y bruñida |
Medidas | 5.7 x 7.1 cm |
Ubicación | Bóveda Prehispánico |
No. registro | 52 22 MA FA 57PJ 456 |
Investigador |
El arte lapidario, en la forma de objetos escultóricos con fisonomía de figuras humanas y animales, cabezas, rostros y máscaras antropomorfas -cuyo diseño puede servir como joyería-, así como representaciones de edificios y fachadas, constituye un sello distintivo de la tradición cultural Mezcala. Otras de las expresiones destacadas son la arquitectura pétrea con construcciones porticadas, patios hundidos, basamentos con perfil de talud y tablero decorado con “clavos”, y la cerámica del tipo blanco granular.
Este milenario desarrollo se asentó principalmente en las zonas central, norteña y de la Tierra Caliente del estado de Guerrero, extendiéndose a zonas vecinas de Morelos, el Estado de México y Michoacán. Tal territorio descuella por su compleja topografía montañosa atravesada por el río Mezcala-Balsas, el cual nace en el valle de Puebla y en su tramo final marca la frontera entre Guerrero y Michoacán, y desemboca en el océano Pacífico. Los recursos mineros abundan y fueron aprovechados al menos desde el Preclásico medio. Ahuináhuac, Cuetlajuchitlán y La Organera-Xochipala son algunos de sus grandes centros arquitectónicos cívicos-ceremoniales, respectivamente con auge entre 500 a.C. y 200, 200 a.C. a 200 y del 600 al 900.
Como es característico del gran estilo Mezcala, en el rostro cuadrangular que vemos se aprecia la síntesis de los rasgos humanos, si bien, los resaltes redondeados en las secciones superciliares, las mejillas, el labio superior y las orejas bilobuladas corresponden al subestilo chontal, de apariencia comparativamente más naturalista que la de los otros dos subestilos de la tradición artística, el Sultepec y el más representativo llamado también Mezcala. La forma triangular entre las “cejas” remite a un gesto fruncido, aunque en los cánones del estilo no se privilegió la gestualidad, pues la abstracción de lo figurativo exalta la belleza y las cualidades visuales de la piedra de grano fino y compacto, que en este caso es verde opaca con motas oscuras esparcidas de modo regular en toda la superficie; pudiera tratarse de serpentina.
Las grandes orejas parecen cumplir un propósito funcional: que el rostro pudiera atarse, puesto que hacia su parte lateral tienen perforaciones que podían atravesarse con cordeles. El tamaño de la pieza, con apenas 5.7 cm de altura, indica que fue el dije de un collar, como el registrado con el número 1122 en la colección del Museo Amparo; en este sartal además de un pendiente figurativo hay cuentas semiesféricas y tubulares de piedras finas, lo que expone el funcionamiento como joyería de parte de las tallas escultóricas de la tradición Mezcala. Otro elemento llamativo en la cara son las cavidades circulares, que más que sugerir los iris se hicieron para incrustar piezas de concha, pirita, hematita especular, obsidiana u otro tipo piedra, a la manera de ojos; la textura áspera de esas dos excavaciones contrasta con la lisura del resto de la faz y facilitó la fijación de un adhesivo para pegar las incrustaciones.
La producción del chontal se localiza principalmente en la cuenca norte del río Mezcala-Balsas, no obstante, el arte lapidario Mezcala asimismo se ha encontrado en sitios foráneos a la extensa delimitación enunciada al comienzo de este texto, como Teotihuacan y Xochicalco, que respectivamente fueron contemporáneos a la fases media y tardía de la cultura. La historia de la colección de arte mesoamericano del Museo Amparo plantea que sus obras Mezcala provienen de Guerrero, pero no sobra mencionar algunos aspectos que favorecieron su distribución y cómo se prolongó su historicidad después del colapso de la tradición Mezcala.
En este orden de ideas, se hallan su tamaño portátil, la durabilidad del material y la suprema valoración de las piedras finas en las que están hechas; sus propiedades estéticas de color, transparencia, brillo y dureza se asociaban con lo precioso, suntuoso y con simbolismos sobrenaturales. Las verdes, como el color del rostro al que dirigimos nuestra atención, se vinculan con la fertilidad vegetal, los líquidos sagrados, como el agua y la sangre, y las exhalaciones vitales.
En cuanto a las dinámicas históricas, la región cultural mesoamericana de Guerrero interactuó estrechamente con la región Altiplano Central, conforme a ello, en Guerrero se han encontrado numerosos vestigios de tipo teotihuacano. Las conexiones continuaron hasta la etapa mexica, cuando desde la década de 1430 esta sociedad imperialista conquistó provincias del estado, como la de Tepecoacuilco, ubicada en el centro-norte guerrerense, con el beneficio de controlar una ruta fluvial directa hasta el océano Pacífico.
Un testimonio de la profunda sacralidad que los mexicas confirieron a la lapidaria Mezcala se encuentra en los depósitos rituales en el basamento del Templo Mayor del recinto de México-Tenochtitlan; la mayoría correspondía a dos etapas constructivas fechadas entre 1450 y 1470. En dicha pirámide dual, dedicada a Tláloc y Huitzilopochtli, Carlos González y Bertina Olmedo detectan la relación de las piezas Mezcala con Tláloc en tres maneras: formaban parte de ofrendas claramente dedicadas a esa deidad acuática, estaban contenidas en una vasija efigie con su imagen, y rostros y figuras completas se pintaron con decoración facial semejante a la del dios. En la reutilización e intervención posclásica de la lapidaria Mezcala, estos autores señalan su valoración adicional como reliquias, cuya antigüedad condensaba mayor poder y sacralidad. Eduardo Matos añade en su simbolismo la procedencia en el rumbo sur del cosmos, el cual se asociaba con lo húmedo, la abundancia y con Huitzilopochtli, su deidad regente.
Además de pintura, otras piezas del estilo Mezcala en el Templo Mayor, tienen segmentos estucados y pintados y cuentan con incrustaciones en los ojos. En la región de Guerrero y las zonas vecinas poblada por la sociedad Mezcala no existen registros arqueológicos de piezas pintadas, aunque sí con incrustaciones, ya ausentes en este expresivo rostro verdoso resguardado en el Museo Amparo.
Verónica Hernández Díaz