Esta escultura de cerámica pertenece a un grupo estilístico que está asociado a la denominación “Las Bocas”, cuya zona de hallazgos arqueológicos se encuentra en el valle de Izúcar e incluye un conjunto de pequeñas cañadas, localmente se conoce el paraje como Caballo Pintado. Excepto por algunos fragmentos, la mayor parte de sus figuras fueron encontradas por campesinos y por lo tanto no cuentan con un contexto arqueológico.
Por ello mismo es posible que algunas piezas procedentes de otros lugares de Puebla y quizá incluso de Morelos hayan sido clasificadas por algunos museos y coleccionistas con esa denominación. Se trata, en todo caso, de un grupo estilístico. También suele utilizarse para este grupo de figuras la denominación “baby face”, que es un tanto extravagante e imprecisa. El estilo de Las Bocas es una manifestación particular del estilo olmeca; los rostros de las figuras tienen los rasgos típicamente olmecas: cabeza alargada hacia arriba (que coincide con un tipo de deformación craneana bien documentada en la época), ojos rasgados, como si estuviesen entrecerrados, nariz achatada, labios abultados, descendentes hacia las comisuras, provistos de cierta expresión fiera que se ha asociado con el jaguar.
Representan un salto tecnológico respecto a las pequeñas figurillas macizas de cerámica que se habían fabricado desde el Preclásico temprano y que aún se hacían en la etapa olmeca, son generalmente huecas, a pesar de lo cual muchas se han conservado completas o con pocas fracturas, además son de mayor tamaño que las otras figurillas macizas del Preclásico.
El naturalismo con el que se trata a la figura humana en las piezas de Las Bocas es variable, pero en general los rostros son expresivos mientras que la mayor abstracción afecta a las extremidades inferiores. Las piernas dan la impresión de una ligera rotación de la anatomía, como si las rodillas se giraran un poco hacia afuera, este efecto se acentúa porque las piernas suelen representarse algo infladas o abombadas. En esta figura la expresión de la cara se ve enriquecida por las pronunciadas curvas de párpados y cejas, una línea arriba de la frente señala el límite de lo que parece ser un casco o gorro muy pegado a la cabeza, que es común en las obras olmecas. El abombamiento final, en la parte superior de la cabeza, es común al grupo de figuras de Las Bocas.
En la cabeza están esgrafiados algunos símbolos olmecas como las cruces con forma de tache, que podrían asociarse con las manchas del jaguar y la banda que se bifurca haciendo una V que recuerda el surco del cual emerge la mazorca en algunas representaciones del dios del maíz. Finalmente, el rasgo más llamativo y particular de esta figura lo ofrece su gestualidad. El hombre de la figura apoya la mano derecha en la pierna correspondiente mientras flexiona el brazo izquierdo para llevarse la mano a la boca: el puño está cerrado y el dedo índice hace contacto con el labio inferior de la figura. La actitud sugiere meditación o sorpresa, no parece remitir a un ademán convencional, estereotipado, como el que sería propio de algún contexto ceremonial y público, sino a una reacción espontánea e individual. El color rojo impregnado en la figura y su probable función de retrato indicarían que proviene, como muchas de su tipo, de un contexto funerario.
Esta escultura de cerámica pertenece a un grupo estilístico que está asociado a la denominación “Las Bocas”, cuya zona de hallazgos arqueológicos se encuentra en el valle de Izúcar e incluye un conjunto de pequeñas cañadas, localmente se conoce el paraje como Caballo Pintado. Excepto por algunos fragmentos, la mayor parte de sus figuras fueron encontradas por campesinos y por lo tanto no cuentan con un contexto arqueológico.