Con el paso del tiempo, los patrones estéticos cambian, se adaptan a los usos y necesidades sociales y de igual forma las prácticas culturares se ajustan para alcanzar este ideal de belleza. Una de estas prácticas estéticas comunes durante gran parte de la época prehispánica fue la deformación craneana intencional.
Las figurillas que aquí se muestran representan cada uno la cabeza de un personaje con algún tipo de modificación en la forma del cráneo. Ambas tienen, además, tocados que cubren la cabeza; sin embargo, éstos no ocultan la evidente deformación craneana que componía claramente una parte importante de los patrones estéticos. Las deformaciones aquí presentes, además, tienen distintos patrones, lo cual nos señala la diversidad de esta práctica estética.
Desde la época preclásica y hasta tiempos del Posclásico mesoamericano existen figurillas que representan niños en lo que se ha llamado “cunas deformatorias” en donde se observa a los infantes recostados en camillas con bandas sujetando su cabeza. Estos datos etnográficos provenientes de la arqueología permiten un acercamiento a los métodos empleados para este fin.
La primera figurilla muestra el rostro de un personaje que lleva la boca ligeramente abierta y labios gruesos, con los ojos grandes y las pupilas apenas señaladas. Sus cejas estás marcadas mediante el modelado del barro y lleva las fosas nasales indicadas por dos punzonados. Por adorno lleva unas orejeras circulares debajo de los lóbulos de las orejas y un collar que se observa en la parte posterior del cuello, formado por una tira con líneas incisas.
Sobre una cabeza afeitada, y ligeramente alargada hacia la parte posterior, lleva un gorro o casco abombado hacia arriba que únicamente cubre justo sobre la frente y la mitad delantera de la cabeza y, abrazando por encima de la nuca, deja al descubierto la parte posterior.
Los artistas del Preclásico, en sus elaboradas figurillas, nos dejan testigos muy claros de sus usos y modas, pues se observa el esmero en resaltar que el tocado se sujetaba a la cabeza mediante de una tira o cuerda que pasaba debajo de la barbilla y posiblemente se amarrara al lado de la frente.
Llama la atención sobre esta figurilla que, aunque presenta rasgos de fases tempranas del Preclásico Medio, algunos atributos no permiten indicar su temporalidad precisa, sin embargo, no sobra decir que presenta restos del típico engobe blanco o amarillo en nuca, cabeza y tocado, y algunos restos también de pigmento rojo en el rostro, orejas y collar.
La segunda figurilla representa a un personaje con un tipo distinto de deformación craneana. La imagen nos muestra igualmente un rostro muy ancho, regordete y redondeado con la boca abierta y labios gruesos, tiene una aplicación en la barbilla para resaltar este rasgo; tiene además ojos abultados y sin cejas ni pupilas señaladas, tiene las características de las figurillas del tipo Pilli de la Fase Ayotla. En el lugar de las orejas se observan tiras de arcilla rectas que acaso las representan o posiblemente correspondan a parte del tocado.
Esta figurilla muestra una deformación craneal fronto-occipital, muy exagerada en la frente del personaje, el cual tiene la nuca aplanada. Sobre la cabeza posiblemente afeitada, lleva el tocado en forma de turbante elaborado con tiras de arcilla y que remata con una que por encima de la frente.
Esta pieza presenta pigmento negro en frente, ojos, mejillas y restos de engobe blanco o amarillo.
Ambas figurillas nos muestran distintos resultados de un procedimiento común a las sociedades mesoamericanas. La deformación del cráneo representada en estas piezas puede ser tanto una réplica cercana a la realidad o la exageración de un rasgo físico, sin embargo, lo que resulta evidente es la presencia de estos elementos como prácticas asociadas a la estética y posiblemente al prestigio dentro de las sociedades del Preclásico.