Así como en la alfarería del preclásico las vasijas tuvieron una gran calidad y variedad de formas, las representaciones figurativas en sus figurillas presentan una amplia variedad de temas.
En otras piezas de la colección se pueden observar resaltados ciertos rasgos propios de la naturaleza que se exaltan debido a contenidos ideológicos, como el caso de todas aquellas figurillas femeninas que muestran el lado fértil de las mujeres como un rasgo favorable, a fin de que la reproducción sea posible y eficiente en todos los ámbitos de lo natural y lo sobrenatural.
Con la misma calidad, y en ocasiones aún con mayor precisión, lograron los artistas del barro capturar lo menos cotidiano, lo que escapaba de la normalidad y la forma común. Es así como, desde estas épocas tempranas, durante el preclásico, se encuentran representaciones de personas que presentan algún tipo de deformación que muchas veces estuvo relacionada con padecimientos.
La primera figurilla antropomorfa representa la cabeza de una persona con los brazos saliendo directamente de su cuello y que se lleva las manos a las sienes. Realizado por modelado e incisiones para la boca y dedos de las manos, en esta pieza se señalan con punzonados amplios las orejeras, así como los ojos y, junto a éstos, otras marcas que pueden representar alguna enfermedad.
La cabeza se observa alargada y adelgazada hacia la parte superior y sobre ella lleva una especie de tocado en banda horizontal decorado por punzonados anchos (similares a los ojos) e incisiones horizontales en los extremos. Aunque temporal y estilísticamente no se ha identificado a esta pieza se puede mencionar sobre su manufactura que fue cubierta con un engobe rojo.
La segunda pieza es la representación de un personaje jorobado. La deformidad fue señalada en la figurilla con una prominencia en la parte superior de la espalda que llega hasta la altura de la nuca, los hombros se observan a la altura de las orejas lo cual provoca que asemeje la ausencia de cuello. La figurilla corresponde con el grupo D, de la Fase Manantial (1000-800 a. C.) y, a pesar de que ha perdido las extremidades inferiores, así como el brazo derecho, conserva su extremidad izquierda, así como su mano, señalada con un doblez en el barro y con el extremo aplanado.
Al parecer el personaje no cuenta con ningún ropaje pues se observa claramente el punzonado con el que se señala el ombligo. Tampoco se puede asegurar el sexo del personaje, pues no se encuentran representados los órganos sexuales y, aunque se observa la representación de pechos, éstos no cumplen con las características típicas del estilo para considerarse femeninos. Lleva, sin embargo, una banda sobre el cuello elaborada con una tira de arcilla aplanada sobre la que se realizaron incisiones paralelas, ésta cae sobre los hombros de la figurilla.
Destaca sobre este personaje que la cabeza es pequeña y redondeada y que el rostro sobresale de ésta. Sus rasgos se encuentran bien definidos: la nariz, bien representada sobre la boca abierta (incisa y modelada), así como los ojos grandes y alargados en donde la pupila está marcada por punzonado.
La tercera pieza corresponde al tipo D2, de estilo Tlatilco. El fragmento de esta figurilla nos muestra la cabeza de una mujer con un rostro doble. Piezas con estas características pueden estar representando propiamente alteraciones anatómicas correspondientes a alguna enfermedad como un nacimiento de siameses o aspectos cosmológicos referentes a la dualidad, muy comunes en el pensamiento mesoamericano. Ambos temas, de cualquier modo, no son excluyentes entre sí, y la existencia de un sujeto deforme pudo interpretarse como una manifestación física del orden sobrenatural.
Se tiene aquí una pieza finamente elaborada en la que ambos rostros comparten un ojo central con su ceja, así como un mismo mechón de cabello que replica en ambos lados el peinado de la mujer Tlatilca con todo y el tocado elaborado con tiras y esferas de barro aplicadas al pastillaje. Típico de estas figurillas lo es también el cabello que cae sobre los hombros; visible, en este ejemplo, alrededor del cuello.
La cuarta pieza que consiste en un silbato efigie muestra la cabeza de un personaje que al parecer presenta Parálisis Facial periférica, enfermedad que fue conocida y representada durante la época prehispánica y que se encuentra también identificada en el Posclásico Tardío.
Esta pieza muestra un rostro cuyos rasgos se encuentran de manera asimétrica, observándose el lado derecho de cierta forma contraído: el ojo por debajo del nivel del izquierdo y el lado derecho de la boca ligeramente torcido y levantado. Asimismo, se observa el ceño fruncido entre las cejas. La nariz se representó chata o aplanada, posiblemente torcida.
La cabeza, que forma la caja de resonancia del instrumento, está cubierta por el cabello formado por la aplicación de barro sobrepuesto que se extiende hacia la parte posterior para formar la embocadura. El cabello, así como el rostro, muestra características diferentes en cada uno de sus lados. En la sección sana del rostro, el cabello se muestra liso y está señalado con incisiones verticales, por el contrario, en la sección contraída se le observa rugoso y marcado con punzonados que tal vez intenten resaltar la condición del personaje.
El personaje no lleva ningún ajuar, sin embargo, tiene una perforación frente a cada oreja, relacionadas con el funcionamiento del silbato.
Para los antiguos nahuas, de tiempos muy posteriores a esta pieza, la parálisis facial se encontraba asociada a las divinidades acuáticas.
Finalmente, la última pieza muestra la parte superior de un personaje, probablemente femenino que al parecer presenta algún tipo de enanismo, esta puede pertenecer en estilo al Grupo D. El rasgo más destacable se encuentra en el tórax; la figurilla se representó con dos prominencias en la espalda sobre los hombros, a manera de dos jorobas. Igualmente se observa que los pechos están representados sobre una prominencia en el frente, probablemente relacionada con una deformación en el esternón.