Es necesario precisar que no estamos ante la representación de un hombre corpulento en exceso, sino ante la expresión de un estilo. La imaginativa recreación del cuerpo humano hace de ésta una obra sorprendente en el arte del México antiguo; sin duda resulta inesperada, no corresponde con los lenguajes artísticos más conocidos de aquella época, más bien pudiera enlazarse con los contemporáneos. No sobra señalar que es una pieza magistral, pues el peculiar concepto plástico del artista se conjunta con su dominio del modelado y de la cocción de las formas cerámicas.
La escultura del pueblo de las tumbas de tiro es eminentemente anatómica y vital. Entre las características del “gran estilo” que distingo en el extenso conjunto de modalidades estilísticas zonales destaca el cuerpo humano desnudo o con escasa indumentaria, si bien, en esta obra se ha magnificado. “Elefantino”, el nombre coloquial de la modalidad estilística que exhibe, refiere el abultamiento del cuerpo, en especial de las piernas, las cuales son grandes cilindros de base plana en los que resaltan los muslos y los pies se sugieren con las protuberancias redondeadas de los dedos.
Las cualidades anatómicas se advierten por igual en los detalles, acorde con ello este hombre muestra pezones, ombligo y genitales, asimismo, la textura y la consistencia que aparenta contribuyen en la configuración de la corporalidad humana. Aunado a la rotundez, la expresión de vitalidad reside en la asimetría de la composición: con sutileza el rostro gira hacia un lado y también el torso está girado, puesto que el ombligo y los genitales no se hallan en el mismo eje.
Sobre la cabeza sostiene una olla de silueta carenada, esto es, con ángulos agudos en el cuerpo de la vasija. En la cultura de las tumbas de tiro las vasijas tienen una importancia primordial: entre el variado conjunto de objetos y materiales ofrendados a los difuntos quizá los más destacados en términos numéricos sean las vasijas. En el repertorio iconográfico de la escultura cerámica los recipientes pueden verse en escenas que se desarrollan en espacios arquitectónicos y en los que las vasijas ocupan posiciones centrales; con suma frecuencia las mujeres y hombres sostienen o tocan recipientes, aunque lo hacen de maneras diferentes y suele tratarse de distintos tipos vasijas.
Es atípico que una figura masculina cargue una vasija sobre la cabeza. el paralelo más cercano que encuentro es con algunas esculturas de pequeño formato del estilo nayarita Ixtlán del Río de mujeres sentadas con ollitas sobre la cabeza. No obstante, pienso que nuestra pieza expone una composición desligada de la anterior. El estilo elefantino se ubica en Jalisco, infiero que desde los valles centrales hasta el sur de la entidad y en ese marco es afín a los estilos de la colindancia de Jalisco y Colima, como el Coahuayana y Pihuamo, al mismo Comala de Colima, en los que existen figuras cuya cabeza remata con aberturas circulares con el borde evertido propias de vasijas.
Es probable que además de constituir un rasgo estilístico, la vasija, cuya silueta se ve completa, indique el carácter de contenedor de la misma forma escultórica, que es un volumen hueco. Acentuando lo anterior, la base de la olla se funde con la cabeza, no se sugiere ninguna separación, y la posición de los brazos remite a asas, aunque muy frágiles. Ante la ausencia de análisis químicos aplicados en “vasijas” escultóricas halladas en contextos originales, el uso práctico de esta escultura es un misterio, sólo es posible advertir su función simbólica como recipiente.
Del estilo elefantino se conocen muy pocos ejemplares. tal vez procedan de un mismo taller esta pieza, otra de la colección del Museo Amparo que plasma una mecapalera (prácticamente tienen la misma altura, aunque la última es más voluminosa) y una más exhibida en el Museo Regional de Guadalajara muy parecida a la que atendemos ahora, si bien incompleta, con la nariz fina, sin orejas, ni orejeras y cocida en una atmósfera más oxidante. Al margen de las semejanzas y los indicios de la mano de un mismo artista, sobresale que cada obra es única.