En la antigua ciudad de Teotihuacán, durante aproximadamente el 150-650 d.C., vivieron cerca de 100, 000 personas dispersas en el centro ceremonial y conjuntos residenciales aledaños. Dentro de esta ciudad existieron sectores sociales especializados en la producción de distintos objetos. Entre ellos se han identificado vasijas de cerámica, objetos de obsidiana, hueso, textiles, entre muchos otros.
Una de las actividades especializadas fue la fabricación de figurillas de barro con distintas técnicas. Estas figurillas representan personajes pertenecientes a distintos estratos sociales. Los estudios arqueológicos de la ciudad mesoamericana, tanto en el núcleo arquitectónico donde probablemente se llevaron a cabo actividades de carácter cívico, comercial, ceremonial y administrativo, así como en los conjuntos habitacionales adyacentes al mismo, han permitido identificar la profunda y marcada estratificación social de la sociedad teotihuacana. No es sorprendente que encontremos entonces figurillas cerámicas que aluden a guerreros, sacerdotes, probables personajes con poder político, mujeres, entre otros.
Las dos cabecitas que aquí se presentan fueron en algún momento parte de una figura completa respectivamente. Ambas fueron elaboradas en molde, lo cual nos habla de las fases en las que pudieron haber sido elaboradas, más bien tardías ya para el periodo de esplendor de la ciudad, cuando todas las figurillas se hacían en moldes y ya no modeladas a mano. Sus ojos, boca y algunos detalles se hicieron mediante incisiones. Ambos personajes portan orejeras discoidales, así como un tocado a manera de turbante que podría representar una tela hecha de algodón. Esto nos indica que podrían representar personajes de la nobleza teotihuacana, pues las orejeras son adornos distintivos de aquellos que ejercían cierto poder político, religioso y económico en Mesoamérica.
La que lleva el número 1332 2/2 está fracturada a la altura del pecho del personaje, por lo que podemos observar que portar unos collares alrededor de su cuello y que su nariz se encuentra fracturada. Además, presenta restos de estuco. La otra figurilla presenta la fractura a la altura del cuello por lo que no podemos observar su indumentaria original.
Resulta interesante que ambas figurillas perdieron la mayor parte del cuerpo. Se ha discutido la posibilidad de que algunas figurillas completas fueran intencionalmente decapitadas durante algunos ceremonias, tal vez a manera de un ritual de terminación. Las cabecitas de las figurillas son generalmente las que más se encuentran tanto en superficie como en excavaciones. En algunos casos debido a que el cuerpo se había hecho con cerámica hueca que era muy frágil, y en otros casos las fracturas parecen más bien intencionadas como es en este caso.
Es importante mencionar que aún faltan muchos estudios sobre la producción y el uso de las figurillas no sólo en Teotihuacán, sino en toda Mesoamérica, pues su presencia en contextos arqueológicos es ininterrumpida desde el periodo arcaico hasta la conquista.
En la antigua ciudad de Teotihuacán, durante aproximadamente el 150-650 d.C., vivieron cerca de 100, 000 personas dispersas en el centro ceremonial y conjuntos residenciales aledaños. Dentro de esta ciudad existieron sectores sociales especializados en la producción de distintos objetos. Entre ellos se han identificado vasijas de cerámica, objetos de obsidiana, hueso, textiles, entre muchos otros.